martes, 1 de marzo de 2011

PLUS ULTRA: LA ESTRATEGIA LUKÁCS, por Dry

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 Publicó Georg Lukács (no confundir con el creador de Jar Jar Binks) un libro que le dio alas al marxismo en el S.XX. De eso va el post de hoy; de eso, y de cómo a veces apretamos los dientes y tiramos p´alante.


Quizá recuerden ustedes que Marx y Engels, dos filósofos del s. XIX, postularon una hipótesis explicativa del devenir de la historia, según la cual ésta tiene como motor a la lucha de clases. Resumiéndolo mucho, podríamos decir que es una lucha entre los que tienen y acaparan, y los que no tienen y desean.  Los dueños de los medios de producción luchan contra los desposeídos de dichos medios. Y esa lucha de clases hace que la historia se mueva y avance. Avance hacia adelante. O sea, progrese.


Pequeño paréntesis inicial 

( Con la llegada del capitalismo, a los dueños se les llama patronos; y a los desposeídos, proletarios. Los proletarios están, además, obligados a trabajar para los patronos a cambio de un salario. En el primer capitalismo, el llamado Capitalismo de Producción, el salario debe mantener vivo al obrero para que pueda ir a trabajar; o sea, que le debe llegar para un poco de comida para que no se desmaye en la cadena de montaje, algo de ropa para que no se constipe, y algo de pasta para pagarse el alquiler de una vivienda para él y sus churumbeles. En el segundo capitalismo, el de Consumo, el salario le debe llegar a los proletarios para que puedan, además, comprar los productos que ellos mismos fabrican.

Si los obreros se mueren o no compran, el sistema no funciona.)


Fin del Pequeño paréntesis inicial 




La  hipótesis de Marx y Engels para explicar el avance-progreso de la historia se conoce como "materialismo histórico-dialéctico", y en ese nombre podemos ver los dos pilares del análisis marxista: la realidad y la historia deben entenderse desde un punto de vista material (o sea, quién tiene los medios de producción y quién no, y sobre todo cómo son esos medios), y la historia avanza "gracias a" la lucha entre propietarios y desposeídos.

La idea, como seguro que recuerdan ustedes de su C.O.U., es que la situación de desigualdad entre ambas clases ha hecho moverse a la historia desde que el mundo es mundo, pero la cosa está en que un día ese desequilibrio se hará un día tan insostenible que se librará la batalla final. Según Marx, el capitalismo moderno  va a llevar a las clases a ese extremo de tirantez en que la cuerda se rompe. El proletariado, aplastado por la miseria y la injusticia cobrará un día CONCIENCIA DE CLASE y entenderá que debe SUBVERTIR el sistema. Los proletarios del mundo, unidos, se levantarán contra las clases dominantes y les arrebatarán el poder. Como saben las fases de ese proceso son: 1) revolución, 2) dictadura del proletariado, 3) comunismo


Con el comunismo llegaríamos entonces al FIN (telos) DE LA HISTORIA;

Como en el comunismo TODO ES DE TODOS, ya no hay propietarios ni desposeídos: ya no hay clases sociales. Al no haber clases, ya no hay lucha entre ellas, que era el motor de la historia, pues eso, la historia ya no avanza más, se queda quieta: ya ha alcanzado su objetivo, su goal, su "perfección" (del latín "perfectus", acabado).


Si al pobre Marx sus contemporáneos economistas ya le habían acusado de ser un teórico de segunda división (su análisis del capitalismo es sugerente, pero más endeble que los bíceps de Dry), cuando presentó su visión de la historia como algo que desembocaba en una sociedad utópica, pues mucha gente ni se lo tomó en serio. En realidad, ¿por qué iban a hacerlo? Su visión de la historia no era más que un trasunto de la de su maestro Hegel, pero en una versión materialista (o sea, lo que cambia y hace avanzar al mundo no es la lucha de ideas, sino la lucha material).


Como saben, por un montón de motivos, las teorías de Marx sí fueron escuchadas en otros ámbitos menos exigentes desde el punto de vista filosófico o, si me apuran, político. Mucho más apegada a la realidad que las teorías de socialistas utópicos como Fourier o Saint Simon, y mucho menos radical que las de los anarquistas como Bakunin, el marxismo contaba con un par de ventajas extra, como eran su supuesto análisis científico de la realidad y su promesa de una utopía realizable (mucho más cercana y creíble que el cielo de los cristianos, pero con el mismo buen rollo).




Hasta la llegada de Lukács, el marxismo se había convertido en una especie de escolástica en la que se discutían una y otra vez problemas teóricos acerca de los temas más banales u oscuros del materialismo dialéctico (la versión más engelsiana), sin cuestionar ni uno solo de los dogmas intocables. Sin embargo, el peligro discurría en paralelo, pues junto a las reflexiones teóricas aparentemente inofensivas, se hablaba ya de poner en práctica una revolución que desembocara en el comunismo.

Desde el ámbito teórico, Lukács intentó frenar -o al menos dirigir- la práctica marxista con su obra; en ella, Lukács reparaba en algo que ni los teóricos, ni los prácticos, ni siquiera el propio Marx (aunque buceó en sus primeros escritos y rescató algunas de sus teorías para apoyar sus propias tesis), habían hecho el suficiente hincapié: ¿Qué era eso de la conciencia de clase?¿Surgía inevitablemente en las situaciones de injusticia extrema? ¿Era sólo cuestión de tiempo?


La conciencia de clase, la revolución espiritual del proletariado, previa y necesaria para la revolución social y política, ni llegaba inevitablemente, ni se podía forzar.




Los marxistas de las primeras internacionales creyeron ingenuamente (en parte por la todavía más burda visión de Engels, que recogió el testigo para ser profeta del marxismo a la muerte de su creador) que los acontecimientos se desarrollarían así, sin más, simplemente dejando a la historia girar: un día las desigualdades se harían tan insostenibles que el proletariado se uniría y acabaría con el capitalismo.

Sin embargo, lo que se veía en los barrios obreros de Londres, de París o de Berlín, era cada vez más miseria, y ni rastro de la "conciencia de clase". Por muchos líderes sindicales (Lenin, por ejemplo) que aparecieran y arengaran a las masas, magnetizándolas con su carisma, los individuos parecían igual de borregos, de sufridores, que, por ejemplo, bajo el tiránico gobierno del zar Nicolás II.

¿Tenían conciencia de clase estos hombres, por mucho que agitaran sus banderas o proclamaran la muerte del capital?

¿Era posible el surgimiento de la conciencia de clase bajo estos presupuestos?

 Pues en primer lugar necesariamente habría que acabar con la alienación del hombre, que en el capitalismo se había convertido en mercancía. Sin ese paso previo, poco podríamos hacer, por muchas promesas de paraísos terrenales que lanzáramos a las masas o muchas banderas o desfiles.


Por eso la obra de Lukács se llama Historia y Conciencia de Clase, porque se centra en la idea de que nada en el hombre (y aquí la parte antropológica, cosecha del "primer" Marx), por muy alienado (desposeído de lo que le hace humano, su trabajo) que esté, hace que éste actúe INEVITABLEMENTE. La conciencia de clase surgirá (si surge) aquí y ahora, pero no de una manera estereotipada, sino en función de cada sociedad.


Y TODO ESTE ROLLO PARA ESTO:

El libro fue publicado en 1923, cuando la Revolución Rusa estaba asentándose; la misma revolución que Marx HABÍA DESACONSEJADO por no darse en la Rusia zarista las condiciones materiales-industriales necesarias (básicamente, Rusia vivía en la Edad Media).


O sea, Rusia no estaba técnicamente preparada para la Revolución, pero ¿lo estaba al menos desde el punto de vista espiritual? O sea, ¿tenía las condiciones para que se desarrollara con garantías la conciencia de clase del proletariado?



Lukács militaba en el Partido Comunista Húngaro cuando estaba a punto de publicar el libro, quizá tenga algo que ver (pero piensen en Sartre y su independencia del partido, a pesar de su militancia en las causas que sí le interesaban y en las que sí creía al cien por cien).


Le preguntaron entonces sus amigos (que había leído y entendido el mensaje "humanista" y sensato de su obra) si creía que el "proletariado" (sic) ruso estaba preparado para una revolución comunista.


 Él, que aún era joven, que no se imaginaba la muerte de Lenin, la llegada de Stalin y el asesinato de Trotski, que no podía prever (pero se lo debía haber imaginado) que los soviets iban a convertirse en marionetas del monolítico y dictatorial PCUS, que jamás habría soñado que un tipo tan salao como Hitler traicionaría el Pacto de No Agresión germano-soviético y obligaría a los rusos a entrar en otra guerra brutal,  que ni en sus peores pesadillas habría imaginado los draconianos planes quinquenales o los terroríficos gulags, él, Lukács, contestó que Rusia no estaba preparada...


pero que había que tirar p´alante...



Aunque apoyar a los bolcheviques contradijera flagrantemente todo lo que escondía su libro, Lukács dijo que vale, que ok, que se podía intentar, que a ver qué salía,...









... a ver qué había más allá.







2 comentarios:

  1. Mecachis De Chargaff4 de marzo de 2011, 14:48

    Muy bien todo el rollo... ahora a lo importante, señor Dry, ha pasado una cosa jorrrible... resulta que Nudozurdo va a tocar en la Tacita de Plata justo cuando yo me vuelvo a mi querida Bota de vacaciones... ahora expliqueme, ¿por qué el destino es tan jodidamente cruel?

    Un abrazo!!

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  2. Ma sei veramente una bambina italiana, OMFSM (Oh, my Flying Spaghetti Monster).

    No se preocupe, Signorina Mecaccis, es seguro que verá a los ruidosos melenudos en otra ocasión. De momento, consígase el disco y apréndase los temaquis con religiosidad pagana, que yo me lo pongo unos tres veces al día y aún le sigo viendo cosas. Y si vienen a la pérfida Murcia, le invito a la city para que pueda escucharlos mientras se toma unas cerves con lo que quiera el destino que haya de biofrutas presentes en ese momento.

    Reciba un saludo apretujao y tráiganos algo de su cara patria. Yo le juro que algún día me haré italiano.



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