sábado, 14 de agosto de 2010

SI POR CADA SEGÚN A VECES, por Mister Dry





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Sueña Holden Caulfield con ser un catcher, uno de esos jugadores de baseball que se ponen en el campo a esperar a que les caiga una bola de un bateo, un catcher entre el centeno. Se imagina allí, plantado entre altos tallos de centeno dorado, aguardando la llegada de algún niño despistado que corra sin saber muy bien a dónde. Justo donde está Holden hay un precipicio, por eso es peligroso que los niños corran de esa manera. Y por eso está también Holden ahí, porque es el un catcher, y puede cogerlos antes de que caigan. Es un guardián, un vigilante, pero ninguna palabra acierta más que la de "catcher".


Sueña Ignatius Reilly con una vuelta al pasado, a un pasado que no existió, donde la disciplina monacal preservaba a los jóvenes de la tentación y el pecado. Sueña con un mundo como el que soñaba Boecio, donde los malvados no le quitan la recompensa a los puros de corazón (este sábado en concierto), donde la rueda Fortuna gira pero acaba señalando a los que se lo merecen. Sueña con castigos a los perversos y desviados, sueña con venganza. Venganza simplona, pero venganza, al fin y al cabo.


Sueña Hans Castorp con encontrar su destino. En el amor, el compromiso político o la sabiduría. Quiere sentir que algo le coge y le aprieta el corazón y le dice "por aquí", y le guía hacia la autorrealización más sublime, sea ésa la que sea. Pobre Hans, empuñando un fusil.


Sueña Oliveira con olvidar a La Maga, con recuperarla. Sueña con no ser él mismo, con no escucharse decir esas cosas que le han granjeado el respeto y la admiración. Sueña con volver a una patria que ya no existe, del mismo modo que ya no existe La Maga sin ser La Maga que perdió a Rocamadour. Toma mate y fuma y se ríe de sí mismo.


Sueña Jonathan Harker con Wilhelmina, su amada prometida a la que supeditó a su trabajo de gris oficinista. Se desborda en sus cartas, le habla de un futuro mejor, pero sabe que ya no será posible. Ya no hay inocencia a la que volver, tras estar en el castillo del conde D.


Sueña Gregor Samsa con que nadie se dé cuenta de que lo que le ha pasado. Quiere recuperar su rutina, que nada cambie, no molestar con sus insignificantes problemas.


Sueña Emma Bovary con príncipes azules que la rescaten de su aburrida vida en las provincias. Sorbido el coco con las novelas de amor, como una versión femenina del Quijote, ve gigantes donde sólo hay pícaros interesados en su cuerpo, y magia donde sólo hay vida.

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