sábado, 24 de julio de 2010

Futuro negro, humor negro





Si la mañana soleada en la que todos los compañeros de camping y yo salimos a hacer la ruta planificada por los altiplanos del parque natural de “Whom?” y me pierdo por un sinuoso y abrupto camino, del resto de compatriotas exploradores por un día en manada, podríamos decir sencillamente que me he perdido. Sin duda el hecho de haberme perdido tiene hebillas que se solapan casi con la misma densidad que la bruma y que repercuten en el plano subliminal en todo el mundo, aunque al final se traduzca, sencillamente, a la hora de exponer los hechos para cualquier integrante de la expedición, en una torpeza por mi parte, en un descuido. Curioso es el ser humano, al cuál si se le hacen las preguntas acertadas, sus palabras fluyen por el sendero que tú quieres, pero sólo hasta donde él quiera llegar.

Yo me he perdido quizá por muchos motivos, y todos ellos son tan pequeños y permítanme llamarlos mentales, sucesión de ideas, de intuición, de instinto que es sin duda mucho más acertado que dar una visión unificada y cosmopolita del asunto, como decir que la forma de construir una cabaña es la madera, y no explicar el proceso, aburrido y pedregoso para el que no se ha parado a pensar que hay tiempo para algo más que para perderlo en actos mecánicos, repetitivos, automatizados y para colmo harto estúpidos la mayoría de ellos. Aburridos hasta la saciedad.

Así pues, pienso, después de unas semanas de afianzar mis ideas al vacío de la soledad y el contraste que nos da el tiempo, que mientras yo elegía irme del grupo, el grupo se iba de mí, y esto hacía la fuerza de dos polos opuestos, y nos separábamos con más intensidad y con menos reparos. Además, hay factores externos con los que mis colegas no cuentan. Mientras yo bajo las terrosas rampas llenas de musgo, de considerable pendiente, ellos están andando entre el son unánime del cotilleo del momento. En mi contra juega el miedo, para mi comprensión no entra nadie, y dentro del miedo, entra la timidez a parar a un grupo entero de corajosos aguerridos juveniles.

Curioso el ser humano. Tim Burton sangra ideas y nos expresa bellísimas fábulas, alucinaciones talladas por la magia de un mentalista que llega a nuestros corazones. Explícito en su dolor con su libro “la triste muerte del niño ostra” y mucho más poético y floreado en la ensoñación de “Big Fish”.

Cuando yo me separé de los parajes “amigos” encontré la tierra virgen, tal cuál nos es dada, con el miedo y la excitación que mi triste cuerpo desea devorar, y con el miedo de ser devorado. El extraño canto de los búhos me asaltaba, el terrible sonido sibilante de las peligrosas serpientes de cascabel, sonidos de manadas preparadas para la caza o huyendo, seguramente ambos. Pero siempre encontraba cobijo en algún árbol milenario, y hasta me atreví a pescar en las faldas de una sequoya. Lo desconcertante parecía ser mi destino y el único elemento de mi interés, y la tarde caía, y los ruidos se teñían cada vez más fuertes en mi agudizado oído. Fascinante mundo salvaje, increíble lo cotidiano visto por mi mundo.

A las pocas horas, divisé un camino adyacente a pocas decenas de mí, y pude ver con gran alivio la silueta de intrépidos nómadas, con su típico paso pesado pero vivo. Conocer ahora unos exploradores sería fantástico, con ellos puedo intercambiar impresiones, madurar mis ideas, así que no lo dudo y me dirijo hacia ellos.

Ya un poco más cerca, me doy cuenta de que son caras conocidas, de que lo cotidiano es lo que me espera si cruzo. Mis “amigos” siguen su ruta planificada, con sus absurdos mapas y un aburrimiento típico del que se le acaban los chascarrillos. Así que decido seguir un rato más por mi camino, absorto por mi anonadamiento de la naturaleza, por mi malestar al contacto con sus voces tan predecibles. Les sigo con la mirada mientras unas ardillas corretean y comen bellotas cerca de mí. Mi dicotomía es clara, el paralelismo en mí es una tara que llevo a cuestas y hace que mi humilde macuto pese mucho más de la cuenta. Pero la realidad, la vida en este caso, pienso, son las dos cosas, no una, aunque sé que lo que se toma por raro, es lo que yo estoy haciendo, y lo que va ha hacer que yo siga vivo va a ser retomar mi contacto con el grupo.

Tomo aire, y voy hacia ellos con una sonrisa más que fingida, siempre a medias y sin enseñar mis desgastados dientes.

Uno: Pero qué hacías, donde te has metido? Estábamos preguntándonos si no estarías en la cabaña

Yo: No, no, no, estaba, bueno, me he perdido un poco, y la verdad, he tardado un poco en orientarme, luego os he oído, y menos mal, ya empieza a oscurecer, qué tal, como os ha ido?

Uno: Jej, vaya tela. Pues a ver si llegamos ya a la cabaña, esto es un coñazo la verdad, no sé a quién le puede gustar, podíamos estar echando unos tragos. Has visto que tetas tiene estela?

Yo: Sí, jej, son de impacto, a veces la naturaleza te sorprende ehh? Desde luego no hace falta salir de la cabaña para darse cuenta de las maravillosas tetas que tiene Estela, pero creo que está pillada por Marco no? Ninguno de nosotros dormirá sobre ellas

Uno; Bahh, sí, que le den

Otro: Pedimos un taxi?

Uno: pero eso se puede hacer? Quiero decir, estamos en el programa de…

Guía: Vamos a pedir ya un taxi, está oscureciendo, y querréis comer algo y dormir no?

Todos: Sssssi… sí … sí sí



A estas alturas me pregunto entre las sábanas de mi cabaña, por qué no puedo ser un margen izquierdo o derecho, sin ser sencillamente parte de la página. Como quieren que no me las gaste con cierta ironía si mi mundo interno llora cada vez que ve el vacío en esta gente. Como no voy a montar un teatro para mí mismo, mientras me consumo y creo mi locura. Si hasta la gente con la que más afinidad tenía está ocupada en menesteres tales como ligar. Su búsqueda alocada de una pareja, sus carencias son como un tumor que consumen su carácter y no les permiten ser ellos, y me dejan a medias en las conversaciones, quiero decir, ahora lo que monto son soliloquios mientras mis afines asienten por cortesía mientras sus ojos vacíos regodean entre su vacío, en busca de un por qué que se traduzca en un alguien…

Es triste que no podamos ser nosotros, y que ser adulto implique alejarse de la niñez y los sentimientos. Hace poco, y de cuando en cuando, tengo la certeza de que siempre hemos sido igual de inteligentes, sin importar la edad, pero cada vez utilizamos más máscaras. Somos personas, y si mal no recuerdo, en latín, persona es máscara, porque así está escrito quizá, así somos.

Código 046: Es increíble cuanto niño impresionante existe en el mundo… y luego, cuanto adulto mediocre…

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