lunes, 26 de julio de 2010

CEREMONY - MC


Esta es la historia de una princesa luchando por que su glamour fuese apreciado por la zafia plebe. Es su historia y la de su reciente prometido; el principe Victor de Medicini.

Todo el pueblo estaba alborotado por el gran evento que estaba a punto de acontecer. A nadie podia pasar desapercibido; no como su sutil rubio dulce; su Vigesimo Sexo cumpleanos. Hasta gente extranjera de paises muy lejanos habian tenido alcanze de tal noticia; y comentaban que seria la gran fiesta; como las de Isabel Preisler y que dejaria al mundo con el culo torcido.

Cuando yo llegue a su austero palacio me abrio la puerta su sequito de dentistas espanolas. Lo que antes era austero ahora era kitsh; vanguardista; modesto como ella y grandioso a la vez; pero sin alarde alguno de ostentosidad. Habia decorado su casa encontrando el punto perfecto; podria decir que habia llegado a un equilibrio casi perfecto. No es desdenable el hecho de que cuando yo llegue; ella se encontraba en la ducha; preparada para salir cuando los plebeyos llegasen para; en una alarde fresco de espntaneidad; salir inmaculada; claro simbolismo de un nacimiento.

Poco a poco fue entrando el rio de gente. Francesas exultantes con vestidos que acentuaban las curvas de forma peligrosa; una de ellas con un estampado de rayas sobre su prominente y geometrico busto; verdaderamente hipnotico. La gente se daba la mano; se besaba y se presentaba. Es la vez que he visto decir tanto nombre que quedara para el olvido en tantas cabezas. Una soberana estupidez.

La mesa estaba dispuesta conforme la antigua tradicion de la aristocracia austriaca; con un buen surtido de manjares opulentos y un ostentoso mantel con motivo de New York.

El vestido azul de nuestra princesa es remarcable por su simbolismo. Ella, lady blue; ha dejado su calenturienta idea de perseguir a Cilio el conquistador de Cehegin y se ha reafirmado con su Principe. Su vestido iba acorde con las fundas de los sofas; casualmente comprados por las sirvientas hacia unas horas.

(Ahora sigo desde casa, pocos minutos de hablar contigo y después de fregar con mi teclado español y la conciencia más tranquila)

Todo estaba a punto de caramelo para que la algarabía comenzase y nos desmadrásemos hasta el punto que las fiestas refinadas lo permiten. Había un buen banquete con quiche de 3 variedades, rollitos con delicias varias, vulgar tortilla de patatas para los bárbaros de secano, ya que en este evento no faltaron los representantes de Murcia: Ciliux y 3 amigos suyos (pataticas bravas, chesco y "el gordo").

Rápidamente establecimos pequeños círculos. Por lo general, clasistas, franceses con franceses y españoles con españoles. Se habló distendidamente los unos con los otros, animados por un ambiente jamás visto en esa gran casa normalmente al vacío, ahora rebosante de sonrisas y miradas curiosas. La de los chicos, más bien hacia los apoteósicos pechos de la francesa de prácticas que podrían haber obnubilado el mismísimo gol de gloria de Iniesta en la final que nos subió a los cielos y nos hizo gritar los sacramentos.

Pero entre conversación, mezcla de grupos, manteles ostentosos, vino barato y peleón, escasez quizá de alcohol (esa es a veces una causa clara en la que la gente empieza a fijar su atención en las miserias), entre esto faltaba algo, faltaba la supernova que daba vida al universo, el gran big ban de la clase, el eje de la esfera social. Pililas hilton y Medicini no hacían acto de presencia. Los franceses, poco allegados, pero nuevos en el círculo, eran bien atendidos por lo general, y ciertos españoles, descarados, una valenciana en concreto y un par de instigadores más, comenzaron a hacer bola de una apreciación clara. Éstos verduleros comentaban las faltas de atención de la anfitriona a sus semejantes de "toda la vida", toda una desfachatez, se sentían suplidos por unos farsantes testigos de Jehová con aires de intelectuales lechosos.

Pero, por cristo resucitado, no podíamos ver que nos recreamos en varios de los pecados capitales? envidiosos, envidiosos ante la ausencia de la pareja... la pareja, envidiosos de su evidente lujuria invisible ante nuestros torpes ojos. La llama del amor que moldea las clases y las tiñe en divinidad... Todo lo que salía de las bocas de estos sucios plebeyos eran sucias verdades que empezaban a contagiar a otros pocos.

Como en toda fiesta, la gente se va yendo, pero en estas fiestas de calidad, y cuando hablo de calidad, me refiero sobre todo a la que brilla por su ausencia, los anfitriones salen de detrás de la cortina, como si se tratase de una obra de teatro en la que los actores se despiden justo antes de que alguno de ellos se levante. Cortesmente Medinici se despide un poco antes para dejarle el protagonismo a su emborrachada dama.

Embriagada de atenciones, sabiendo que ha conquistado algo más que el everest, la alta esfera social, que domina en todos los círculos mejor que xavi el centro del campo, se sume en un letargo estratégico con el que contagia a los demás. Y poco a poco caen como en un desfile. Un protocolo de despedidas nos es exhibido.

Queda un círculo formado por una Valenciana maleducada, una pueblerina que no paraba de echar fotos, un murciano enajenado y tosco como el barro, y 4 murcianos más, orcos insensibles como un cayo amarillo. Y este es el momento en el que nuestra princesa se desploma sin pudor ante el recatado público, en una silla con sus piernecitas blanquitas de pata de conejo abiertas.

Había sido sin duda una noche extremádamente prolífica para ella. Pero se notaba la fatiga. Hasta parecía su dorada cabellera, que había perdido algo de magia, y la melanina de su tersa y virginal piel, como la de un albaricoque, había perdido color, y sus ojos todo el entusiasmo. La obra, había acabado. Lo importante se había ido, y sólo quedaba frente a ella lo cotidiano.

Uno de los convidados, pataticas bravas hizo un comentario, a mi juicio la mar de atractivo e ingenioso, como se las suelen gastar los murcianos, a lo que ella respondió con un berrinche de burro con el morro torcido. Esto llevó a pocas bromas más acerca de ella, algunas de las cuales reía, pero con la distinción de quien no ha entendido ni farfullera palabra. Porque si algo distingue a estas dulces caras de póker juveniles, es su escasa afición al absurdo del ingenio, del pensamiento en sí, el sexo con ropa de felpa rusa, y los ferrero rochêr.

Acabamos bebiendo vino mientras nuestra princesa, henchida de júbilo, pero con una cara que separaba nuestra boba personalidad risueña de su estatus, como un muro de hormigón, limpiaba la casa, las migas, los recuerdos del día más importante de su vida, el día que ella, ha crecido como persona, que ha podido llegar a ser todo lo que ha soñado tener, y quizá querido ser. Medinaceli le ha proporcionado el sueño dorado como anillo que le va al dedo. En su corazón la constelación punto G ha explotado como expresión de placer, pero su cara es triste, y los demás reímos con vino cabezón hasta que decimos de saltar del nido y plantar el huevo en casa propia.

He aquí la historia que ha marcado un antes y un después, la historia de repudia y admiración hacia nuestra joven princesa; cómo su magnánimo ser permanece como bien refleja esta maltrecha epopeya, en nuestros corazones, aunque ella, haya alcanzado la cima de su vida en un abrir y cerrar de ojos y esté a años luz de nuestras tristes cabezas.






*Cuento de noche dedicado a mi muy amiga m&m's, reservados parcialmente los derechos de autor. Un abrazo

2 comentarios:

  1. ...de su post me gustan hasta los andares...

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  2. piropoid, si no fuese porque va piripi i pod, pensaría que hay escrita una enorme fábula. Un abrazo

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