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Y el aire, que me sobre alrededor
Y el tiempo, que se quede en nada
Inexpresable es también mi amor por ti, que creció y se me pudrió dentro. Yo quería sacarlo todo, encontrar la espita que lo hiciera reventar, pero la burocracia de mis propias palabras lo retrasaba todo. Balbuceaba idiotececes que ni yo mismo controlaba. Creía decir lo importante pero sólo me salían palabras y más palabras. Montaba andamios gigantescos para sostener lo que diría al día siguiente, pero al día siguiente empezaba de cero porque no creía en su solidez.
Y así, como un animal atrapado en un coche, me fui asfixiando. Tú asistías al tremendo espectáculo de un hombre destrozado por la fuerza de su amor. Ojalá no lo hubieras visto, no me hubieras visto romperme las manos intentando agarrarme a algo, caerme con mucho miedo de ningún sitio a ningún lugar, como cuando sueñas que te despeñas y todo el cuerpo se te ha puesto en guardia para recibir el golpe, pero en realidad no te has movido de la cama.
Las metáforas surgían solas porque no había conceptos para agarrar algo así, ni falta que hacen, la verdad.
Comencé a odiarlo todo, empezando por aquello que decía, saliera o no saliera de mi boca. Odié con toda mi alma mi memoria, mis recursos, mis estrategias de adaptación en forma de palabras. Y sin embargo, como un náufrago se agarra desesperadamente a la idea de naufragio -que le reconforta y le explica lo que le pasa-, yo me sostuve a mí mismo con toda esa montaña de mierda que generé con mi pensamiento. Me agarré a la idea de naufragio y no me ahogué, y con el tiempo llegué a esta isla de nada y menos, y me hice amigo de mis palabras, y aprendí a juntarlas para que me entretuvieran, y me hacían sombras chinescas y me reí mucho muchas veces.
Sin embargo, a veces me acuerdo de ti y me quiero sacar todo de dentro, ponerme del revés, con la piel hacia dentro y las entrañas hacia fuera, a ver si ocurriera de una vez que me sacara todo y pudiera por fin sonreír sin torcer el gesto al final. Y si con todo eso saliera también esa voz en mi cabeza que me riñe y me acuna, que me censura y me besa, te juro que le partiría la boca con mis propias manos, y se le quitaría por fin la tontuna, y al menos me vengaría por haberte separado de mí, por haberme privado de ti, por tener que aceptar que estuviste conmigo pero ya no, por tener que recordarte en vez de hablar contigo. Y por muchas cosas más, te juro que le callaría la boca para siempre. Y como un perro que te trajera un pájaro muerto que acabara de cazar, yo te la pondría delante y agacharía la cabeza.
Y quizá pediría empezar de nuevo, pero no a ti, sino a alguien que pudiera hacerlo, que me dejará empezar de nuevo, que nunca me permitiera salirme del camino.
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La potencia de empezar, la capacidad de adaptación ne importe quoi, tener lo que queremos.....
ResponderEliminarUn Dry feliz valdría millones, un Dry castrado ni siquiera existiría, así que por el momento prefiero el Dry de zanahoria, que vale lo que yo sienta.
Dientes de ajo en penesilvania se aferrarán a cálidas pechumbres como la hiena a la mansedumbre. Voy mirando ofertas querido Johnathan, siempre suyo
Van Helsing