lunes, 12 de abril de 2010

CHIN PO: FIRST WE´LL TAKE MANHATTAN, por Mr Dry


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Llegó el día en que el estado taciturno de Chin Po era tal, que su maestro Wi Tei decidió dar esa clase en la playa. Cogieron una cesta de mimbre y la llenaron de sangüiches de mortadela y bricks de biozumo, y un encantador mantel de cuadros rojos y blancos con marcas de chinas de porro.


Viajaron en el destartalado 4x4 del maestro y tardaron unos tres cuartos de hora en llegar, en los que ni siquiera dio tiempo de escuchar la cinta del Payo Juan Manuel entera. Chin Po recibía el sol en la cara con la ventanilla bajada, y durante el viaje se tragó algún que otro mosquito, y una palmera casi lo deja tuerto de un datilazo. Wi Tei conducía concentrado, pero no en la carretera, sino en los mil misterios que le ofrecía la naturaleza, con sus amaneceres y atardeceres, sus plantas angiospermas y sus personas de derechas. En los asientos de atrás, recostado y mordisqueando un frisbee con el que luego iba a disfrutar como un enano, viajaba el escuálido lobo Sebastián.


Cuando se bajaron del auto, Wi Tei realizó sus ejercicios de estiramiento, echó un meo y pronunció estas enigmáticas palabras: "No es más feliz el que más tiene, sino el que es capaz de cantar flamenco en el coche". Chin Po, acostumbrado como estaba a las cosas de su mentor, no le hizo mucho caso y sacó la cesta, la sombrilla y un par de esterillas de Nivea de las que se usan para rezar en el monasterio.


Les costó avanzar por la arena fina y blanca, que se les metía entre los dedos y les hacía cosquillas wittgensteinianas, además tenían que esperar a que Sebastián tratara de luchar con todos los arbustos del suelo (tal era su nostalgia de la vida en el bosque). Por fin, sentaron sus huesudos culos en la arena, abrieron unas patatuelas y unas cervezas, y se dispusieron a empezar su clase.


Chin Po compuso la figura del cernícalo para comenzar a hablar, y entonces Wi Tei, sabio entre los sabios, plantado en la arena como un viejo Buda que llevara allí siglos, le dijo:


-Espera, echemos unas palas, y ya me vas contando.


Chin Po bajó los brazos y sonrió. Fue a por las palas al coche y volvió corriendo a la orilla, donde le esperaba su maestro.


-Estás sudando, Chin Po. Respira con ritmo, que no quiero que te infartes. Y saca ya, que no tenemos todo el día.


Sebastián se volvía loco con la pelota de aquí para allá, saltaba que daba gusto verlo, salpicando agua y aullándole a las gaviotas de vez en cuando.


- Chin Po, debes encontrar la causa que te impide ser feliz- dijo Wi Tei al golpe de un revés.


- Maestro, lo sé. No paro de pensar, y no sé qué es exactamente lo que pasa...- Chin Po cogió aire y cogió también la bola del suelo. Sacó con elegancia y continuó hablando- Maestro, los viejos demonios...


-Ey ey ey! ...Nada de metáforas,... ¿qué te crees, un poeta?


- Perdón, maestro...Le decía que no sé por qué me sigo bloqueando en los mismos puntos... Se diría que no he avanzado nada desde que sigo sus enseñanzas. Es verdad que soy un poco más prudente, que he aprendido a relativizar las cosas, a integrarlas, a expulsar los...


En ese momento, Wi Tei respondió el golpe e inmediatamente sacó una bola que llevaba escondida en un bolsillo del bañador y se la mandó con fuerza a Chin Po. El joven monje respondió a la primera, pero la segunda bola le dio en plenos morros, un auténtico beso bilabial de goma a 100 km por hora.


-Chin Po, he dicho que encuentres la razón que te impide ser feliz...Que la encuentres, no que la busques... Que le des una patada en el culo, no que la pongas cómoda en tu sofá y la invites a panchitos y cerveza... - Wi Tei se agachó para recoger una de las bolas, metió los pies en el agua y sintió de nuevo las cosquillas, miró directamente al sol, se tiró un poco del bañador porque se le había metido en la entrepierna, y sólo entonces añadió con voz ronca: Es el momento de pasar de nivel, joven Chin Po.





Sebastián aulló en la misma dirección que miraba Wi Tei, pero a un gesto del viejo monje, el escuálido lobo corrió al lado de Chin Po y se sentó, majestuoso, a su vera. Chin Po miraba al horizonte. Por primera vez no miraba al dedo que se lo señalaba.
Entonces, y también por primera vez, acarició la cabeza del lobo.



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3 comentarios:

  1. Vuela forest, vuela, tú nunca necesitaste patucos de metal. Por fin has visto que tus pies apestan como los de la dulce jenny....

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  2. Siento una enorme curiosidad por conocer las cosquillas wittgenstenianas. cómo son? Cómo se hacen? qué se siente?

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  3. son el resultado de exprimir el arcoiris con cualquiera de las verjas del Taj Majal. No es nada extraordinario, quitando que es una experiencia única, quizá la mejor de tu vida, y que es la llave que abre las puertas que dan al muro que cae al foso que desemboca en el mar de lo nunca visto por nadie.

    El mar,
    Y sobre el mar un barco,
    Y sobre el barco tú.

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