lunes, 22 de marzo de 2010

MICHAEL CHANG Y LOS ACERTIJOS IMPOSIBLES, por Dry is the number






28 de mayo de 1989, final de Roland Garros entre el sueco Stefan Edberg y el chino-estadounidense Michael Chang.



Edberg es un tenista elegante, muy en la línea de Bjorn Borg; se podría decir un artista de la raqueta. Sabe dar golpes de dibujos animados y no tiene miedo de subir a la red. Juega rápido y su impaciencia le ha hecho ganar muchos partidos porque con eso despista a sus contrincantes. Ahí lo tenemos, calentando, estirando, dando saltitos que denotan su euforia.

Cuando Michael Chang sale a la pista parece una esfinge china, si es que acaso eso existe. Su serenidad se diría hieratismo, como si de un pantocrator románico se tratara. Nadie sabe qué pasa por su cabeza, pareciera que quiere esperar a ver qué pasa.

Comienza el partido.

Edberg sabe que está en Roland Garros, el trofeo más prestigioso del mundo, y no se anda con chiquitas. Lanza sus mejores golpes desde el principio. Saca a 200 por hora, devuelve con restos envenenados, coloca las bolas en la misma línea, se sube a la red. Las féminas de la grada suspiran al ver semejante trasunto apolíneo en la pista. Pero Edberg no juega para el público, juega para ganarle a Chang.

El plan inicial no se cumple. Chang le está devolviendo todos y cada uno de sus golpes, como diciéndole "juega tú, que yo te la devuelvo". Edberg solo consigue un juego de todo el primer set y pierde 6 a 1.

como estas cosas son así, Edberg consigue ganar el segundo set (3 a 6), igualando la cosa, lo que le da energía para volver a la carga. Seguramente piensa "bien, es hora de derrumbar la Gran Muralla". Creyéndose el ejército mongol en vez de un vikingo sueco, Edberg arremete contra el muro y consigue ganar también el segundo set (4 a 6).

Sin embargo, hay algo en el ambiente que no pinta bien. Edberg está chorreando de sudor, tiene el gesto preocupado, e incluso le ha gritado una vez al árbitro, defendiendo un punto a todas luces inexistente. En los dos últimos set el sueco se ha tenido que esforzar a fondo. Ha peleado cada punto como si fueran las pruebas de Hércules. Ha tenido que rozar la perfección en cada uno de los golpes que ha dado para que lograran entrar; y eso, a juzgar por su aspecto, le ha desgastado.

Por el contrario, si hubiera que comparar a Chang con una hortaliza, tengan por seguro que ésa sería la lechuga.

Comienza el cuarto set y Edberg saca fuerzas de flaqueza y consigue colocar varios puntos que hacen levantarse a la grada (los sujetadores de las fans comienzan a desabrocharse, prestos a ser lanzados a la pista en cuanto gane el sueco, rompiendo con una larga tradición de seriedad y decoro en la pista parisina). Sin embargo, a pesar de la aparente ventaja del sueco, los entendidos del tenis saben que la situación es muy distinta. Chang sigue devolviendo bolas, y la precisión de Edberg -inevitablemente- empieza a bajar. Comienzan los errores no forzados, incluso fallos de saque. A Edberg se le nubla la vista con su propio sudor. Chang gana el cuarto set (6 a 4). Los realizadores de la tele francesa captan la cara de estupefacción del entrenador del sueco.

El quinto set empieza como el cuarto, con Edberg resucitando por enésima vez en modo Ave Fénix, mandando de nuevo rápidas ráfagas de mensajes de internet. El público dice "Ohhhh" y se levanta, pero nunca es punto: ella responde rápidamente devolviendo la pelota. Los golpes del sueco siguen perdiendo fuerza y precisón de manera cada vez más evidente. Se diría que el propio tenista está perdiendo la esperanza de que ella le diga "venga, vamos a quedar, te invito a una cerveza".

El partido concluye con un contundente 6 a 2 en el quinto set a favor de Chang.

Los jugadores se acercan a la red para saludarse y la realización de la televisión francesa los enfoca. Evidentemente no hay sonido, pero juraría que Edberg le ha dicho "oye, por qué no lo celebramos juntos un día de estos".


Aunque, claro, eso es leer los labios. No sé si es muy posible.

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1 comentario:

  1. Juego de palabras para usted, me ha seteado en mi duro asiento.

    Este chino sabía actuar y tenía la información bien integrada en la cabeza. Una buena praxis, el antiguo método con disciplina china. Los rollitos de primavera nunca fallan si se hacen a la antigua.
    Alguien tiene ya su rollo de primavera? yip yip

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