domingo, 15 de noviembre de 2009
Trikytritraun... no. Más serio. Titiritero Smith. MMCC
Mi amigo zurrillo me decía: " cuanto más cerca te sientes de la muerte más grande ves lo insignificante ". Esto lo solía repetir en nuestras tardes de recreo cuando sentía que se separaba algo más del mundo.
A muy temprana edad, cuando ya sentía que nadie le dedicaba una mirada, él se entretenía con el mecanismo de un enchufe, las luces de navidad, las texturas de las medias de su madre, los animales y su naturaleza, y los humanos y la nuestra.
Me decía muchas veces, a medio camino de su vida hasta el momento de hoy: " Siento que vivo intensamente la vida sin hacer nada mío ". Lo cierto y verdad es que era sensible hasta la médula, pero su rostro había cambiado. En la actualidad el sentía que no era el mismo y sin duda las nuevas luces, texturas o nuevos mundos ya no le removían. Pero contaba sus penas y glorias vitales con tanta pasión que evocaban una dulzura poco propia de una persona agitada por sus fantasmas de la muerte.
Muchas veces tumbado en la cama me he imaginado sus fantasmas. Tenían un rostro agradable, más de gnomo que de humano, una brazo robótico, el otro raquítico y delicado, ataviados de flores, delicadas voces que expresaban justo lo que era él, cada uno en frecuencias distintas llegaban a formar su imagen. Cada fantasma, se me antojaba imaginarlo como una persona errante que ha profundizado en un aspecto de la vida, la ha amado y ha sido violentamente golpeado hasta volver. Zurrillo, era un cuerpo, y en él se metieron sus fantasmas. Así me lo imaginé yo cuando empecé a conocerle.
Ahora bebo en una sucia taberna, y creo comprender muchas cosas de las que me dijo. Veo ojos vacíos, gente intelectual con gafas de pasta y mirada vacua, palabras de amor con rostros inexpresivos, gente que callaba por no ser como era. Cuando alguien siente un vacío comprende mejor la comunicación, aunque hubiese tenido lugar en el pasado. Recordé cómo yo mismo era y todos los compromisos personales que uno adquiere de niño, adolescente, y así hasta día de hoy. Se van distorsionando y siempre se añora. En esa gente veía menos vida que en mi difunto amigo. Su manto de leche arterial cubría a modo de escudo sus necesidades básicas, hasta la valentía.
Cuando la música, el cine, la vida, la confusión se fusiona sin forma en una persona, eso sólo debe significar una cosa. Es la frontera, una frontera, y mientras, a un lado tu amigo juega en sueños a los fantasmas, y al otro en la realidad te miran como a un fantasma...
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