lunes, 19 de octubre de 2009

FUIG, LLOP, FUIG (2), otro post casi emo de Mr Dry







Recuerden que dejamos al pequeño lobo Sebastián perdido en el hayedo, herido y exhausto. Recuerden que corre sin sentido, que llora aullándole a la Luna, que tropieza con personajes que salpimentan su triste aventura.

Sepan también que Sebastián no es un lobo apuesto, no hay carga sexual ni misterio en su figura. Es un lobo pequeño, tonto, flaco y despeluchado. A su favor solo podemos decir que una vez estuvo frente al hada del hayedo, y que ésta le acarició el lomo y le besó el hocico. Su recuerdo se le cruza al pequeño Sebastián aún en su estrepitosa huida.

Sebastián corre porque intenta recordar el camino de salida del bosque. No lo encuentra porque se confunde al cambiar constantemente de rumbo y acaba haciendo círculos sin parar. Si tan solo caminara recto el tiempo suficiente, seguramente saldría a la luz.

A veces aulla durante un buen rato. Lo hace porque cree ingenuamente que está a punto de decir la palabra que partirá en dos el universo (en su caso, el bosque). Sin embargo, esa palabra que él cree rondar se le escapa siempre. Aunque insatisfecho por no conseguirlo, al menos se queda tranquilo.

Las ganas de aullar, empero, le vuelven como el hambre. Y en vez de descansar vuelve a subirse a un risco a componer a una bonita figura (ridícula desde abajo, pero imponente a su parecer) gritándole a no se sabe muy bien qué. El pequeño lobo Sebastián, borracho de autocompasión, se baja del risco y vuelve a correr como alma que llevara el diablo.

Recuerda el camino de salida en forma de una nítida imagen: pequeñas esquirlas de luz que se filtran a través de las hojas -y que se convierten en luces cegadoras conforme hay menos densidad arbórea- marcarán la salida del hayedo.

Sabe que lo ha visto.

Pero no recuerda dónde.

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