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El pequeño lobo Sebastián sigue corriendo, ya sin fuelle, renqueante. Le arden los pulmones, tiene una pata destrozada y ha perdido un ojo. Aúlla, pero le sale un quejido.
Se detiene en un claro en el bosque, petrificado por la imponente figura de un viejo monje que parece meditar en la pacífica posición del loto. Sebastián apenas nota que hay lágrimas en sus ojos, sin embargo la voz del monje no se quiebra al sonar:
-Tú, ¿por qué corres así?- Pregunta Wi Tei
-Tengo que salir de aquí- dice Sebastián, mientras pretende ponerse en marcha de nuevo
-Espera- dice Wi Tei- ¿dónde te diriges?
-Fuera
-Fuera de qué
-De este bosque- responde Sebastián, que se derrumba entre las hojas, desmayado.
El maestro Wi Tei cierra los ojos y compone un gesto de resignación. Se levanta con mucho esfuerzo, y se acerca al pequeño lobo. Se agacha, también con dificultad, y lo coge entre sus brazos.
Yo te sacaré de aquí- dice el viejo monje- Si consigo encontrar la salida-
Y se pone a caminar.
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Un cálido caleidoscopio de la cruda realidad. Gran trilogía. Al final imagino que sin que lo sepan, la compañía de los dos hará que la salida quede en segundo término y la encuentren sin temores.
ResponderEliminarUn abrazo, su fiel lobezno que encontraron en un día de resaca en el mar menor, auyando a la espera de extraños desconocidos que hablan el mismo idioma.
estoy muy perdido, no sé exactamente cuando te encontré, pero te necesito, todo es muy extraño y tengo siempre pesadillas. echo de menos unas cervezs y tu saber estar. sabes aguantarme y comprenderme, me rompo, te dije una vez de seguirme d cerca y lo has hecho, mucho más de lo que cualquiera pudese esperar, pero soy débil. nadie sabe lo grande que puede llegar a ser. No sé como te encontré, no sé como conectaste conmigo, sé todo lo que ha hecho, se me rompen los dientes..... gracias por todo, lucha de gigantes. Soy lo que me hacieis ser, nadie aquí se molesta, una abrazo.
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