Déjame, amigo Pancho, que siga bailando. No te atrevas a decirme que he bebido demasiado o que deje de fumar. Déjame, pardiez, que me sumerja en este simpar aquelarre. ¿Cuándo habré visto yo un bar bajo una plaza de toros? ¿Cuándo la flojera ha sido doblegada con tanta alegría? Pero mira a esos jóvenes, cómo retozan, cómo cogen las rosas y cogen los días y se cogen entre ellos. Es la hora bruja, amigo Pancho, ocurre cada sábado por la noche en todos los bares de todo el planeta. A veces el mundo es un solo lugar.
Nadie mesará mi barba; no temas, que protegido estoy por la singular combinación de alcoholes en mi cuerpo. Nada puede hacerme daño, llevo la capa mágica del Ballantines con cola, la daga de la Estrella de Levante traída de la lejana Espinardor, el amuleto del tequila José Cuervo, y cientos de miles de cilindros de fuego Lucky Strike. Ningún Gigante o Cíclope, ni Sirena ni Medusa, ni tan siquiera el mismísimo Doctor Octopus, podrán conmigo tonight. Además te tengo a ti, mi fiel escudero, que aunque entretenido con la mujer gato, sabrás socorrerme si llega el momento. Ah, y la magia, tengo la magia.
Suena Oasis y su Don´t look back in anger, con su aviso para navegantes: “please, don´t put your life in the hands of a rock n´roll band”. Pero yo desoigo a Tiresias Gallagher y sigo bailando, confundiendo molinos de viento con gigantes, canciones de Los Planetas con himnos del 7º de Caballería al rescate, miradas de chicas con promesas de amor y muerte. La gran aventura, amigo Pancho. ¿Es que tú no la ves?
Suena “No cars go” de Arcade Fire: el cielo se abre y cientos de ángeles con trompetas se desparraman por entre las nubes, que se mueven en psicodélica caleidoscopia. Alfombras persas, cohetes espaciales, batiscafos de la antigua URSS. Los chicos de Arcade Fire gritan que vayamos a los barcos, que escapemos al sitio que ellos conocen, al sitio donde no hay coches. Al grito marcial y desesperado de ¡women and children! Los fieles respondemos “¡let´s go!” y saltamos cada vez. Somos los verdaderos creyentes de la evasión atropellada y épica.
Y la canción sigue sonando. Y cada vez más arriba. Hasta que el cantante grita...
We don´t know where we´re going… “¡Let´s go!” Grito y se me queda la voz por el camino mientras salto por última vez hasta casi tocar el techo.
En ese salto a cámara lenta, en el aire y como aquella otra vez, miro hacia
abajo y me encuentro con sus ojos. Ahí me tenéis, al caballero de la triste
figura con los faldones por fuera y en plena euforia etílica, mirando desde
arriba a la vida que podría haber sido mía. Como los golpes en la puerta en
Macbeth, sus ojos azules hacen que la realidad reaparezca rápidamente y se vea
la tramoya de la mentira en toda su crudeza. Ahora todo mi mundo mágico se
desvela como un truco chapucero y ridículo. El foco de luz se dirige hacia otro
punto del bar: allí va ella, con su elfo jugador de polo, repeinado y perfecto,
mirándome los dos como al monstruo escapado del Freak Show. Yo pienso Mira, Dry,
lo que podrías haber sido. Ella piensa Menos mal, Victoria, que escogiste al que
tenía pelo y un montón de pasta. Sigo en el aire, es una cosa que me pasa cada
vez que veo al viejo Tiburón, que se me para el tiempo. Sin embargo, noto que la
gravedad empieza a tirar de nuevo para abajo con ganas.
Agárrame, amigo Pancho, que voy cayendo.
Y llevo la dignidad en la reserva.
si os ha gustado la tiburona de fieltro, está sacada de este blog:
ResponderEliminarfieltrolalocura.blogspot.com
saludos
Dry
Ára Bátur, sencillamente maravilloso. Tienes tanta vida que podrías matar a los sinsentido. Acabas de hacer que todo esto cobre notas sin nombre. Estoy orgulloso de ser tu amigo, cada día sí. Siempre vas a la cabeza, y por suerte será así hasta el día de tu muerte.
ResponderEliminarLa lucha de gigantes ha sido un duelo interno en ti, les haces bailar según el son de tu personalidad, arriba arcade, salto contigo con no cars go
No caigas, toma mi mano!
ResponderEliminar