lunes, 25 de mayo de 2009

EL TIBURÓN VICTORIA, por Mr Dry



Señor presidente, miembros y miembras del comité, majestad, bitter conch, mi ponencia de esta noche versa sobre el amor que profesé a una chica con nombre de canción y cierta tendencia a pasar de mí.
La conocí en una de las peores épocas de mi vida, y en una de las ciudades más feas y frías que conozco. La manera en que di con ella fue realmente rocambolesca. A mí me quedaban unas pocas semanas en aquel sitio, y decidí que antes de irme iba a hacer algunas cosas simbólicas, llevar a cabo algunos actos que desplazaran –al menos momentáneamente- a los recuerdos más jodidos de los últimos meses. Entre esas cosas a las que me refiero, no sé por qué tanto bombo, estaba el tirarle los trastos a una chica a la que llamaremos “Locapelos”.
“Locapelos” se intentó meter en mi cama una vez, después de una fiesta que hice en mi piso. Le tuve que pedir un taxi para quitármela de encima, imaginaos la cara que se le quedó cuando le dije “Ha llegado tu taxi”… “¡¿Que me has pedido un taxiiiii?! Cabronazoooo!!”
Meses después pensé en llamarla y ver qué tal (sí, soy conocido entre mis amigos por eso que tanto detestan las amigas de las chicas: reaparecer como Perico por su casa en plan “quétal”).
Quedamos para tomar una cerveza, la Locapelos y yo, y en menos de cinco minutos ya me había mentado a su novio (el mejor, el requeteguay, el increíble Protopop que la iba a engañar cuarenta veces a la semana de media). Ah, qué guay, estás con Protopop…
Inexplicablemente (supongo que por ver si lo habían dejado), la semana siguiente quedé con Locapelos de nuevo: mismo bar, mismas ganas de ver su ropa hecha un buruño en mi habitación. Locapelos no venía sola, como os podéis imaginar. Con ella traía a una compañera de trabajo. Era una chica menuda, con una mirada extrañísima: unos ojos azules intensos, enmarcados por unas inverosímiles cejas y un miniflequillo. Ahí estaba, delante de mí, el Tiburón Victoria.
Yo, que me suelo quedar callado como un pazguato, necesito que las personas que conozcan sean más que simpáticas. Necesito que sean generosas: que sean capaces de obviar el mundo y acercarse un momento a mi trinchera. La imagen –no muy elaborada- sería la de una maestra, acercándose a hablar con el zagal ensimismado y que parece que se ha cagado encima. En un mundo lleno de egos inflados estas situaciones se dan poco, pero aquella noche ocurrió.
Squalor Victoria se acercaba a hablar conmigo, consiguiendo eso que da tanto gustico cuando se interesan por tus cosas: hacerte sentir especial.
Locapelos seguía hablando de su protopop, de su fantástico pelo y de los problemas que ya se intuían en el horizonte, mientras que Squalor y yo nos salíamos sigilosamente de escena.
La invité a subir a casa. Todo iba bien. O eso creía yo, porque de repente ella dijo que se iba. Se vistió y se fue, vaya si se fue. Yo creí que realmente se iba por el trabajo del día siguiente, por no amanecer en una casa ajena, o yo qué sé: realmente hay gente que cree en esas cosas… yo no, pero mis vecinos tienen cara de que sí.
Durante la semana siguiente, Squalor no contestó a ninguno de mis sms, ni a las dos o tres llamadas. Al final, unos diez días después, quedamos. No hizo falta que me explicara nada: mi larga experiencia como augur de catástrofes me sirvió para prever esa quedada de “oye, me gustas, pero creo que vas muy deprisa y yo ahora necesito ir despacio por cosas que me han ocurrido antes”.
Hacía frío. Hice chistes con encanto sobre la nueva situación, en la que ella sería mi último recuerdo amable, y yo sería el tipo que le mandó tres mensajes en un día. Le di dos besos de despedida, y la vi cruzar por el semáforo que corta en dos esa avenida de mierda.
Volví a casa dándole patadas a las latas, componiendo tal que un anuncio de colonia de hombre, con la diferencia de que a mí me habían dado boleto, un ticket para irme solo a casa y para echarla de menos hasta hoy, un año y medio después.
La he vuelto a ver unas cuatro veces desde entonces. En todas ellas le he insinuado más o menos que la amo, que le montaría un castillo de naipes, que me iría a Segovia en Saltapick si ella me lo pidiera,… sus respuestas han sido siempre amables y diplomáticas, como queriendo decir “eso se lo dirás a todas, galán”. Creo que se asustaría si descubriera que mis promesas locas van en serio.
Bueno, en realidad, ahora da un poco igual, porque ella vive con su chico; un chico sano y luminoso, que no hace castillos de naipes, sino de fuerte piedra granítica, y que seguramente tiene uno de esos coches americanos tan caros y molones.
Squalor Victoria es mi último recuerdo amable: de todas las cosas que nunca he tenido, ella es la que más echo de menos.

Buen día a los fruittis de buena voluntad.






6 comentarios:

  1. Qué historia más bonita! y sobre todo, gracias por dirigirte a mí! Qué honor!
    Besos

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  2. Por un momento he pensado en Sarajevo. También en ti claro. Eres fuerte cabrón, y no sólo saldrás adelante, tendrás lo que te mereces. A fin de cuentas eres fruta, de la leche cortada me encargo yo.

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  3. Mr Dry, te parecera una tontería pero déjame que te explique.
    La gente tiene amigos y amigos. Si nos esforzamos un poco, todos podemos pensar en un ejemplo de esos amigos con los que, a pesar de que tu los consideras cercanos a tí, jamás te irías de viaje con ellos.
    Pues bien, aquí viene, después de leerte, acabo de darme cuenta de que eres uno de esos con los que me iría a hacer el Camino de Santiago. Es algo que no haría con todo el mundo.

    No olvides Marlowizarte después de las comidas y antes de ir a la cama.

    Inspector Marlowe

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  4. Winie Widi Vincent26 de mayo de 2009, 12:40

    querido marlowe
    la sola idea de ver sus pies abrasados por el camino, su camiseta con sudor a rodales y su pelo ultra-oiled, me pone becerrísima
    Señor madcap,
    que no se le corte la leche: haga sexizumo y repártalo entre sus admiradoras
    Señora Conch
    estos hombres son míos, pero reconozco que los puedo compartir si promete no darles de comer después de las doce.

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  5. este bloj está amañao: Dry no va el primero en la encuesta sessuarl... eso es inconcebible-ble-ble

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  6. Gran post, me ha conmovido lo del castillo de Naipes ;)

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