martes, 6 de octubre de 2009
EL INFORME, por el Inspector DRYrlowe
Informe 66/09, redactado por Ardillo R. Dryrlowe, Inspector Jefe. Homicidios.
Esta mañana me levanté como casi siempre con cierto regusto a bourbon en el boquino y escuchando esa canción de Sonny & Cher que suena en mi despertador (nota mental: cambiar de una vez la dichosa melodía). Al salir con mi viejo Mustang del 64 volví a atropellar a Charly, el lechero. Maldita sea, había vuelto a ocurrir. Me fui directo a la Comisaría, donde mi jefe me endosó el que me dijo iba a ser el último caso de mi carrera si volvía a meter la pata. Demasiados errores en el último año, demasiadas mañanas llegando tarde, demasiadas excusas con demasiado tufo a mentira. Por no hablar de algunas muertes accidentales de mis detenidos (unas 12 en el último mes, incluyendo a la cuñada del alcalde, a la que confundí -por ir más ciego que un pescao frito- con un terrorista talibán muy buscado ). “¿Qué quieres que le haga, Mike?... Maldita sea, es sólo una mala racha”, le dije. A lo que él respondió “No me llamo Mike, me llamo Spencer; tras seis años deberías saberlo. Mike era tu profe de gimnasia en el cole. Tienes que dejar de beber.Y aféitate, demonios, Ardillo, que pareces un vagabundo, no un policía”. Al capullo de Mike, o Spencer, o cómo quiera Dios que se llame, le gustaba hacerme rabiar llamándome por mi nombre de pila: Ardillo. Ardillo Randall Dryrlowe, ése es mi nombre.
Salí de la comisaría con mi sobre y me fui directamente al Café de Mammy Thèrese, una negra entrada en carnes que hace la mejor tarta de frambuesas de la ciudad y nunca racanea con el sirope de arce. Allí, en la barra, y entre gritos de Mammy a su marido y a su joven camarera, abrí el sobre que contenía mi nuevo caso de homicidio. Lo primero que me encontré fue una foto de un tío mal encarado sobre la que alguien había escrito “Dry Biofruwitz, Bar TTjas Martes 19:00”. Maldita sea, hoy es martes –pensé-, y se supone que tengo que ir a interrogarlo a ese antro. Pagué mi comida y me monté en mi viejo troncomóvil para cruzarme la ciudad en busca del tal Dry. En los semáforos aprovechaba para ir mirando más cosas del informe policial. Maldita sea, este tipo era peligroso. Nueve años en Sing Sing por cantar Cien Gaviotas en un karaoke, una orden de alejamiento de Squalor Victoria por hacer chistes malos, y una posible conexión con la mafia sueca: un asunto turbio, relacionado con un tal Larry K. Follardensen.
Aparqué el coche frente al TTja´s. Antes de entrar saqué mi petaca rellena con Old Whiskonsin y me apreté un trago que me ardió el píloro y se me encogieron las uñas de los pies. De fondo sonaba Richie Orniestrong, con esa canción que dice “Oh, no es de menester/ este padecer, oh nena”. Reconocí a Dry en seguida, su figura taciturna, encorvado en su taburete y tecleando en un flamante portátil. Cuando me acerqué me dijo sin girarse “Buenas tardes, Inspecteur”. Fui a sentarme a su lado, y me espetó con firmeza: “Ni se le ocurra”. Se refería a que no podía ocupar el taburete de su izquierda, que según leí en el informe pertenecía a su compinche Madcapretto. Hacía meses que Madcapretto cumplía condena en la prisión de alta seguridad de Alot of Cows, y Dry le estaba guardando el sitio hasta que saliera.
Me acomodé como pude en la máquina de tabaco, y desde allí comencé mi interrogatorio:
-Dry, no te hagas el listo. Sabemos que fuiste tú el que le mandaste varios sms a CRHCL, lleneticos de chistes malos. Si no me equivoco, eso es un delito en toda regla: contra el decoro y el buen hacer. Un asesinato de tus propias posibilidades.
-Venga, pues, ...deténgame- dijo, mientras prendió fuego a uno de sus Lucky Strike arrugados en un gesto desafiante.
-Sabes que no podemos- dije yo, mientras probaba mi zumo On- No tenemos pruebas, la chica está desaparecida, no sabemos por dónde va a ir la cosa- añadí.
-Pues entonces, déjeme en paz, polizonte
-¿Puedo preguntarte qué estás escribiendo?
-Sí, puede
-Bien, ¿qué es?
-He dicho que podías preguntarlo, no que fuera a respondert…
Antes de que terminara la frase, yo ya había cogido la bolsa de los cacahuetes y se la había estampado en la cabeza. Saqué mi vieja Magnun y le encañoné. Pero entonces él se revolvió rápido y sacó un paquete de Nobel de la máquina para metérmelo en la boca. La camarera gritaba, sonaba Calamaro en el bar, dos viejos caballeros peleaban con desgana. La pelea se alargó durante horas, hasta que por fin, uno de los dos cedió –no recuerdo cuál- y propuso tomar una cerveza. Pero sólo una. Le recordé a Dry que era martes, y que mañana había que currar. Entonces él me dijo:
-Es mi última noche en la ciudad, hay que celebrarlo. Mañana me voy a vivir a Venice Beach, tengo que esconderme, no puedo seguir aquí temiendo que alguien me asalte en un oscuro callejón y me haga un nudo con los cordones de los zapatos; o algo peor.
Entendí lo que me decía, yo también era un lobo herido, también hacía chistes malos, y si pudiera huiría del hayedo. De acuerdo, Mr Dry, le dije.
Magullados y cansados volvimos a la barra y pedimos unos quintos de cerveza y unos panchitos...y entonces...
Un momento...
...Lo que pasó a continuación no lo puedo recordar. Todo en este punto se vuelve confuso...
Ya no sé realmente si Capretto estaba o no sentado en el taburete de la izquierda, si Ornie cantaba esa canción a través de los altavoces o si estaba allí. Dios! Tampoco consigo recordar si llegué a salir de ese bar; ahora que lo pienso, no sé ni siquiera si entré.
... A decir verdad, no sé si realmente existo, o alguien me está soñando.Quizá yo mismo sólo sea un delirio de Dry.
Quizá sea hora de volver a casa y preparar mi maleta.
...Pero antes, un último té.
Camarera!
abrazos
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Gracias, me has endulzado este agrio momento. Te dedico la canción que ha seguido tu lectura: Agaetis Bjrjun. Un gran abrazo inspector seco, la prueba de que sigue vivo es su despejado ingenio, la prueba de algún balazo de hace algunos meses, son esos pequeños agujeros... nada grave que no se pueda tapar y aportar nuevos aires.
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