martes, 22 de septiembre de 2009
EL JOVEN DISCÍPULO, por Dry
Un viejo maestro zen y su discipulo caminan silenciosos como cada mañana. El viejo anda concentrado, pensando en el gigantesco milagro del reloj naturaleza, y sus miles de pequeños y milagrosos engranajes.
-Maestro -le interrumpe, impulsivo, el joven-, ¿sabe que hoy me he fumado un cigarro en mi balcón, y a menos de quince centímetros tenía todos los tangas de mi compañera de piso?
El viejo queda aturdido por la torpeza del joven, que le ha sacado de sus pensamientos; después, sin rastro de ira, le responde:
-¿Cuál es tu pregunta, Chin-Po?
- Ninguna, venerable maestro. Era que no me los puedo quitar de la cabeza. Y he pensado que, como somos hombres pues que mola hablar de estas cosas. Es que había uno que era transparente del tó.
En ese momento el maestro detiene su marcha y se agacha justo al borde del camino, porque parece que ha encontrado algo.
-¿Ves este saltamontes? -dice el anciano con solemnidad-
-Claro, maestro.
-Pues cállate la puta boca.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Buen post venereo maestro.mezclas la sencilla brutalidad de bukowskinki con el surrealismo de los hermanos nui, que ha la vez han bebido del vapor etílico de david lynfoma.
ResponderEliminarJamais areté, conseguirás llegar hasta el señor pototus sin una vil transparencia....
jajajaja
ResponderEliminarMe parto. Pero... ¿Qué es esto!?
Saludines,
YoMisma
Dry,
ResponderEliminarHaz el favor de fumar alejado de esas prendas que acaban oliendo a salmón ahumado.
Sigue así pijo