Ando durante horas y, cuando ya no puedo más, me echo a descansar: así son mis días desde que me levanté y empecé a caminar. No es una vida apasionante, pero es la mía.
No recuerdo muy bien lo de antes, pero no creo que fuera mucho mejor que esto. Seguramente me educaron para ser eficaz, y por eso nunca me he detenido en cuestiones que estuvieran poco claras. Así, he trabajado mucho y he dormido poco. He construido sin parar, hallando con frecuencia soluciones audaces que asombraron a todos. Mi obra está por todas partes, y hay al menos seis barrios en mi ciudad a los que puedo llamar míos sin levantar la mínima indignación.
Lo que pasó fue que un día, en una obra, me invadió un extraño cansancio. No pude llegar hasta el coche y me acurruqué en el suelo. Cuando desperté me di cuenta de que el edificio a mi espalda se había plegado para darme cobijo. Me protegió del frío -y seguramente de la lluvia- durante toda la noche. Estaba solo, así que nadie me vio llorar ni gritarle a todo que qué estaba pasando. “A lo mejor me he vuelto loco”, me dije, como si dándome esa explicación consiguiera entender algo. Pero no era así, porque aquello estaba ocurriendo: veía cómo todos los edificios y el suelo se curvaban a mi paso. Una pequeña grúa hacía cabriolas a mi alrededor hasta que la espanté. Las antenas subían hasta el cielo para pinchar las nubes, que se derramaban en colores hacia la ciudad.
Durante días pasaron por mi mente frases como coches de carreras, pero mis estrategias -las mismas que me habían hecho llegar a ser el que era- no paraban de fallar. Cuando por fin entendí que no iba a entender nada allí parado, me levanté y me puse a andar.
Nunca me había sentido tan libre como hasta ahora, donde lo único que tengo que hacer es andar y dejarme cuidar por el mundo. Nada de pensar, ni idear ni diseñar. Ningún problema que resolver, ninguna urgencia. Tan solo caminar y asombrarme de cómo a veces las cosas también saben qué tienen que hacer.
Ahora, sin embargo, he empezado a sospechar quién está detrás de todo esto. Se me ocurrió ayer, cuando recordé lo que me dijiste acerca de que no te gustaban las líneas rectas, o que todas mis antiguas calles te parecían iguales, o que estaría bien que alguien acunara a todos los niños del mundo.
Te lo he susurrado al oído, y el suelo bajo mis pies se ha estremecido.
Qué grande es el..... amor? david lynch romántico, marlowe en su sano juicio, madcap en un haz de esplendor, ornie en otra versión... tú, el biofrutismo hoy ha tomado un cariz distinto, y me alegro. Es el primer cambio grupal, y lo mejor es que aún no lo sabeis... o sí?
ResponderEliminarviva el amor!
ResponderEliminarsí , em gusta. Me ha descolocado al principio, pero el finale s simplemente genial :-)
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