domingo, 24 de julio de 2011

GAÑÁN, por Gañán Dry

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Dice sabiamente Diego Manrique que la triste muerte de Amy Winehouse puede convertirse (de hecho, ya lo está haciendo, a juzgar por los comentarios de la gente en las redes sociales reales y virtuales) en una historia con moraleja.
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Hace unos años tuve una clarificadora conversación con mi amigo Sergei el Mórbido acerca de mis relaciones con las chicas. Él, durante años, había visto cómo pasaban por mi vida bastantes (no diremos cifras) chicas que eran perfectas candidatas a quedarse conmigo y andar un trecho del camino de la vida de la manica. Muchas de ellas muy guapas, muchas de ellas muy buenas personas, muchas de ellas apabullantemente inteligentes.

La escena se repetía una vez, quizá, cada tres meses. Sergei me preguntaba "oye, ¿y esta chica, ya no quedas con ella?", y yo, con apenas un par de palabras y un par de miradas elocuentes, le transmitía lo mismo de siempre: Ser, no estoy hecho para estar con nadie.


Sergei, arquetipo de persona pragmática en mi particular archivo de paradigmas, nunca conseguía entender por qué no me había quedado con la chica que cocinaba tan bien, con aquella que era tan lista, o con aquella que ganaba al mes más dinero que todos nosotros juntos. Hacía un par de comentarios al respecto, pero luego desistía.

Sin embargo, un día que nos fuimos de cañas él y yo solos tuvimos esa conversación que os digo. Supongo que el detonante fue que él me estaba preguntando por qué había dejado a esa chica (no recuerdo exactamente a cuál) si estaba claro que ella estaba loca por mí y podía sacarme del arroyo y llevar por fin una vida normal, que no se derrumbara cíclicamente cada dos meses.

Yo le hablé entonces de la angustia, de la picadura de la Hydra negra, de la mirada de Medusa, de las cartas mal repartidas, de Kierkegard, de Schopenhauer, de Nietzsche, de J el de Los Planetas, de Ian Curtis o de Amy Winehouse, de Virginia Woolf o Salinger, en un alarde de batiburrillo mental extremo, un juego de fuegos artificiales que deslumbraría a casi cualquier persona.

Menos a él, claro. Tienen las personas pragmáticas una capacidad para no valorar algunas cosas que los atormentados consideramos funda-mentales, como las boinas. Las personas pragmáticas creen en el amor, el compromiso, la pareja como algo más que dos personas puestas una al lado de la otra, sino como una fuerza sinérgica que surge de la unión, como el café con leche o el H2O.


Y no ven, como no ven los toros el color verde, todo lo que hay flotando alrededor. No ven las grietas, la niebla, los microbios microscópicos, no ven la comunicación no verbal, los tabús, las cicatrices, no ven las cosas sin palabras ni las palabras sin cosas. No lo ven, o peor: lo intentan explicar, como explica hoy todo el mundo the rise and fall de Amy Winehouse.


Y es verdad que necesitan los malditos gente con la que compararse, y es verdad que se da mucho -sobre todo, entre las chicas- el arquetipo de "jamás me entenderás", que a veces se convierte en una pose, en un andar siempre un pasito más para allá para que el que se acerque a intentar entenderte se encuentre siempre con el cartel de "nos hemos trasladado" cinco metros más allá.

En el fondo no es nada más que la vieja historia, porque a la gente en realidad les importa una mierda lo que seas, lo que hayas hecho o lo que vayas a hacer. En el fondo, por unas cuestiones cerebroevolutivas que no sabría explicar aquí, a las personas solo les importan otras personas en tanto que modificadoras de sus propios estados de ánimo: o sea, no me importa lo que ERES sino lo que ME HACES SENTIR.


Y a veces, es verdad, y este es otro gran miedo, la gente tiene tanto miedo a estar sola, que le da igual lo que tenga delante: sea un maltratador, un carácter infantil o simplemente la mediocridad hecha carne. Da igual, yo te voy a querer igual porque estoy programado para eso, porque tengo que rellenar este hueco. Como si las personas fuéramos plantillas y tuviéramos todos tres huecos: uno para el amor adolescente, otro para un ("EL") gran amor roto y otro para un amor para toda la vida.

Y así nos volvemos locos de nuevo, que es la misma puta historia de siempre, desde que Platón se sacó de la manga el Mundo de las Ideas, o todos los cobardes cristianos creyeron en una vida (mejor) después de la muerte, o el american way of life nos dijo qué debíamos tener para ser felices.


Huecos para rellenar. Como plantillas.


Y también la pobre Amy es un hueco para rellenar: el del ejemplo que no se debe seguir. La hybris atraviesa los límites invisibles para señalarnos dónde están. Alguien tiene que hacerlo, sacrificarse para servir de paradigma. Todos hemos tensado la cuerda para comprobar dónde se rompería si siguiéramos tirando. Pero sabemos que se rompería porque hemos visto gente que la ha roto.



Intento acallar las voces en mi cabeza que hablan en términos de VERDAD/ MENTIRA. Intento huir de la idea de autenticidad y recalar, tras el naufragio, en una de mis presupuestos favoritos: no hay más cera que la que está ardiendo right here right now. No vale escudarse en que te sale mejor en otras circunstancias.

Por eso alguien que quiere A pero elige B no debe ser descrito como ALGUIEN QUE QUIERE A, sino como ALGUIEN QUE SE EQUIVOCA ELIGIENDO. Por el amor de Dios, nadie es juzgado por querer matar a alguien, sino por hacerlo (o al menos, intentarlo)

Es por eso que el desierto avanza, y que caen algunos buenos soldados de la primera línea de batalla.





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1 comentario:

  1. ...Cazzarola que post mas bueno!!! Aiii, si pola estuviese... les pondria unos comentarios que se c--- la perra.

    Abrazo!!!

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