miércoles, 4 de mayo de 2011

PATTEX, NO MÁS CLAVOS, por Mr PJ Dry

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Si hay algo que puedo aprovechar de estos cuatro Barça-Madrid que me he tragado en menos de tres semanas, es precisamente lo que no me ha gustado. Ya conocen la frase de que si uno no puede ser un buen ejemplo, al menos que sirva de espantosa advertencia.


Pueden las personas en según qué circunstancias devenir en algo diferente a lo que son. Su lenguaje y sus acciones las alejan de lo que creíamos que eran, y al moverse ellas, se mueve el mundo bajo nuestros pies y nos sentimos tambalear.

El dolor, el fragor de la batalla, el hambre, el despecho, son situaciones límites que, bien por ser urbanitas civilizados cínico-modernos o por lo que sea, ya casi no experimentamos. Estamos domesticados en el sentido de que nuestras sensaciones se mueven en un rango de efecto muy pequeño, que a nosotros nos parece enorme, pero que ni de lejos se acerca a los extremos.

Cuando decimos "hambre", "amor", "dolor", "odio", son sensaciones-nombre, sensaciones-Pedro-y-el-lobo, que sabemos nombrar, no vérnoslas con ellas.


Pero yo sigo con lo mío, camino de convertir mi mayo de 2011 en otro mayo loco que vaya a explotar-desembocar en la catársis del Primavera Sound. Hoy, igual que el año pasado, vuelvo a tener una habitación doble para mí solo. Y como no encuentre a nadie me va a tocar apoquinar 300 napos a mí solo, lo que es duro por muchas razones.

Cuánta cerveza, cómo se mueve el mundo. No sé qué es exactamente qué es lo que quería decir. Aguanto. En mi batalla personal, pero también en la que se libra en los muros del facebook en torno a los clavos y el Pattex. Se me recordará por ser una persona que aguantaba, que no se sabe muy bien cómo lo hacía, pero al final siempre estaba por ahí, seguía vivo, con su pasado siguiéndole como un misil termodirigido y aún así con un tercio de Estrella del Levante en la mano.


Un secundario de mi propia vida, preocupado por cosas trágicamente banales, al tiempo que un héroe de opereta, salvando al mundo en cada pensamiento, sujetando la realidad para que no se ponga a cabalgar en todas direcciones.


Por ello, porque se ha marcado el fin del gran relato y todo vuelve a la posmodernidad, me tomo un mayo con hielo. No lucho porque no me gusta esa lucha. Corro en mi carril, corro desnudo; o me lanzo a la piscina con un vaso de whisky y un cigarro, al más puro estilo Bill Murray. Intento huir de lo feo del mundo, y eso que quizá yo sea lo feo del mundo, y sería como un perro intentando morderse el rabo. O quizá es esto y ya está; pasajeros sentimientos de culpa, fugaces sensaciones de omnipotencia, horas de rutina vacías, semanas de tedio, aquí estaré.



A no ser que se me ocurra otra cosa, claro.



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