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"Despegué desde el orificio
De una ballena blanca
Y aterricé sobre un precipicio
En una colina de tensa calma"
"Estaba pensando en invitarte a cenar
Y me pegaron un tiro"
Creo que la verdadera confusión tiene que ver con albergar sentimientos opuestos simultáneamente, y no saber si cantarle a la euforia o la depresión, si llorar la victoria o jalear la derrota.
Piensan los drogadictos que la euforia debe celebrarse siempre, bajo cualquier circunstancia, porque eso es lo que hay que hacer: concentrarse en la magia del instante que no ha de volver (y lo dicen así, "que no ha de volver", y se sienten poetas de carpeta de instituto).
Piensan los moralistas que los instantes no cuentan si no se incardinan en un proyecto a mayor escala de felicidad duradera y ordenada, o incluso, los más osados, si no sirven al Bien Común.
Paparruchas.
Una persona confusa como yo sale corriendo en todas direcciones, mancilla lo sagrado y beatifica lo vulgar, me pongo de pie, me vuelvo a sentar, y ya no sé si lo bueno es bueno o si Australia sigue estando debajo, si debería pensar con las entrañas o con el corazón. Y simple y llanamente, una persona como yo deja el tiempo correr.
Una actitud que es cobarde o heroica -según quien la cante- y que no esconde sino algo más profundo y visceral, por mucho que la culpa casi siempre entorpezca su análisis y siempre tenga uno las de perder en las tertulias a la hora del té.
Quizá no estén entendiendo nada, y eso me consagra como un buen escritor. He conseguido transmitirles eso. No tiene mucho mérito. En el fondo sigo siendo un moderno de mierda y nunca le doy mis medallas a las personas que generen confusión o directamente malrollo. Pero hoy, veintisiete de abril del año de Nuestro Señor de dos mil once, sólo me apetece cantar a voz en grito las canciones de Remate, el moderno Baudelaire, recordar lo que pasó anoche, cuidarme la espalda y los pulmones, y en definitiva, brindar a mi salud, porque hoy sí que es verdad que soy la única persona en todo el mundo que levantaría una copa por mí.
Sean felices. Reciban un abrazo.
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El payaso aquí presente, que sólo en nubes etílicas de esperanzas se crée por dos minutos el jóker te comprende demasiado bien... un payaso, y ridículo, y además, sin profundidad...
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