sábado, 23 de abril de 2011

ARREBATOS NIHILISTAS II, una teoría a vuelapluma de Casca-Rave Dry

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(viene de la primera parte, como los arrebatos, los orcos o las olas)


Alguien pincha una canción de Battles en el facebook y parece que se desatan de nuevo los arrebatos, porque no es sólo que en el mundo todas las personas tengan menos de seis grados de separación (de vez en cuando, sigo jugando a esto ), sino que todo está imbricado como los cascos de los auriculares en la mente humana: los olores te llevan a recuerdos, las palabras te acercan a significados lejanos, los sueños te ponen del revés.


Por eso es tan difícil luchar contra los arrebatos, permanecer como faro en tormenta u hoplita rodilla en tierra. De noche parece más difícil: los contornos se diluyen y la tentación de la hybris (que define a base de transgresiones) se vuelve más seductora.



El empecinamiento, tal es la simpleza de la mente humana, parece la única salida a la confusión mental. Creer en ti, como dicen las películas Disney, incluso por encima de la evidencia de alrededor.

Algo así hacen los cristianos, que valoran la fe irracional definida por Tertuliano más incluso que la religiosidad "práctica" de los teólogos de la liberación.

El slogan de Nike "just do it", que tiene resonancias del budismo zen, esconde también ese gusto humano de pensar con la amígdala, como si aún viviéramos en la sabana primordial. Es más fácil, en definitiva, morir que pensar; de hecho, mucha gente lo prefiere.


Por ello, las mejores estrategias contra los arrebatos resultan no ser racionales. La víctima usará las artimañas del verdugo para mimetizarse: la apacible gente de Rohan empuñará las armas y gritará como alma que llevara el diablo, aún sabiendo que ni armas ni diablo existen.


El empecinamiento, esa manera burda de pensar, será la estrategia principal. Cuando Galileo se armó de valor y se fue con su telescopio al Vaticano para defender sus descubrimientos (y con ellos, el heliocentrismo), muchos de los cardenales que le recibieron, sencillamente se limitaron a no mirar por el telescopio, "ese invento demoníaco". Otros, sin embargo, dijeron que las manchas solares o los cráteres de la Luna (que demostraban que las esferas perfectas eran en realidad tan imperfectas como la propia Tierra), eran nubes de la propia atmósfera, o directamente suciedad en el telescopio. Lo tenían delante y no lo veían.


Ustedes dirán "pues vaya una mierda", y quizá tengan razón, pero no pueden negar que el empecinamiento tiene su fruto: a los católicos les ha valido durante siglos para mantenerse a flote más allá de los límites mínimos de la decencia intelectual (piensen, por ejemplo, en la Teodicea, la doctrina que explica el mal en un mundo creado por un Dios bueno).


Exactamente igual que los psicólogos (hey, polar) que tienen que plegarse ante el todopoderoso Skinner y su capacidad de generar y/o borrar casi cualquier conducta en cualquier animal, ya sean perros, peces o humanos. A base de machaque.



Por ello, la inteligencia, esa flor delicada en el campo de batalla enfangado, sirve pero sólo para fijar los objetivos, no para ponerlos en marcha o para defenderlos. Para ello necesitas bulldogs, como Darwin tenía a Thomas Henry Huxley (el abuelo de Aldous), o los directores de cine tienen a los ayudantes de dirección.



Se me vuela el sombrero, aprieto fuerte el rifle contra el pecho.




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