sábado, 19 de marzo de 2011

NO ES VIGOR, ES VAIGOR (IV), por Dos Con Dry

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Nada menos que hasta cuatro entregas de la saga "No es vigor, es vaigor", convirtiéndose así en otra de las grandes series del camarada Dry, junto a las aventuras de Chin Po, Tetas, o la más celebrada de todas -en cuanto a autohumillación en la plaza pública- Lemon Pop.


En el capítulo de hoy, el viejoven Dry, que acaba de llegar de casa de sus padres (donde ha visto varios Pocoyós acompañando a su minisobri), se ha vuelto a encerrar en su piso, de nuevo con Simon&Garfunkel (Bookends), porque considera que ha de beberse las cuatro latas de cerveza que le quedan en el frigo. Ha apagado el móvil porque cree que necesita estar solo, aun a sabiendas de que eso enojará a la Señora Dry. Ella, por su parte, puede que ya esté "mosqueada", ya que ayer se presentó por sorpresa en el bar en el que Dry celebraba el Equinoccio y la Megaluna junto a los más canallas de sus amigotes. Cuando llegó, no vio a Dry ; preguntó por él, y todos le dijeron No sé, Si estaba aquí hace un momento... Cinco minutos después, se abría la puerta del baño y aparecía Dry acompañado nada menos que de Ojitos, el único ex ligue del que la Señora D tiene constancia. Tras los besos de saludo y el inevitable Qué sorpresa, Qué bien que hayas venido, ella no pudo reprimir la pregunta: ¿Qué hacías tú con ÉSA?

La respuesta de que hablaba con ella acerca de que "París no mola tanto como la gente dice" no la habría convencido ni tranquilizado, así que Dry se salió por peteneras.


A pesar de que esto puede desencadenar algo más serio, Dry ha desconectado el móvil y escucha Simon&Garfunkel, fuma cigarrillos Lucky Strike y se suena su rinitis con un rollo de papel higiénico.


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Quizá no es como debería de ser. Pero, al menos, es.



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Son las 18.37 del sábado de San José; tengo resaca mezclada con tormentas tropicales de mocos, lo que ayonquiza mi aspecto y me pone de un humor de perros y levanto el puño amenazando al cielo. Las circunstancias son las mismas de ayer, pero es imposible recuperar el mood. Quizá forzando los estados de ánimo, quizá cambiando la música.


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Me he puesto el Roman Candle de Elliott Smith, un disco-fetiche que me regaló la chica a la que hice el truco del movimiento browniano de la ceniza a contraluz. Voy por la segunda cerveza, pero la he echado como el Ohio y casi se me sale la espuma del baso (Baso es con uve).

Llevo un par de semanas desconectado de la realidad, con la sensación peligrosa de que estar fuera, pero tampoco me quiero poner pesado con esto. Una vez leí que los humanos tenemos un detector de egoncentrismo, que nos hace alejarnos de la gente que no para de hablar de sí misma, pero que ese veto no sirve para las novelas: los lectores soportan -y agradecen- las historias en primera persona. Si están bien escritas, oímos al narrador pensar cosas que bien podríamos pensar nosotros. .


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Escribo. Por la enferma necesidad de atestiguar, de atrapar la realidad para que no se diluya en cuanto pase un poco de tiempo y nuestra RAM se encargue de otras cosas. Como Proust, pero en cutre.

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Un poco mejor. Elliott canta con ese efecto en la voz, que parece que quiere entrar en su propia canción y no consigue hacerlo del todo, como un muro de metacrilato, el techo de cristal, las cosas sutiles que existen pero que no tienen palabras para nombrarlas.

18:56 y no he conseguido ni una sola frase que merezca la pena. Me da igual. El objetivo era tirarme en el sofá, escuchar música, beberme cuatro cerves y fumarme seis cigarros.Lo siento por ustedes, lectores de otro momento y otro lugar.


No sé qué voy a hacer esta noche, no tengo un plan. Quizá si me quedo en casa con la señora Dry me suba por las paredes como Spiderman. Ir de nuevo a los bares tampoco parece buena idea. Yo me quedaría en casa y conjuraría a los espíritus del desierto. Ahora me parece una buena idea ésta, debe de ser que ya voy borracho.


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Mi amigo Antonio ni siquiera se compró el libro, se lo sacó de la biblioteca; y a Leo, su novio le hizo imaginarse cantando las canciones de La Casa Azul.


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LLevo ya tres cervezas, y hay algo romántico wertheriano sturm und drang en emborracharse solo, si fuera en una habitación de hotel ya ni te cuento. Sin embargo, hay algo bufo en todo esto. Les digo, por ejemplo, que la lata que acabo de abrir ha eyaculado un poco sobre la pantalla del portátil, o que no paro de sonarme los mocos con papel higiénicos. ¿Qué? Da mal rollo, ¿no?

Qué rica y qué fresquita está la cerveza, eso sí. No consigo pensar-escribir, pero ése es un mal menor (tampoco para ustedes, que ya deberían estar haciendo otras cosas, como besarse o hacer la compra... piensen en eso que tienen que comprar sin falta, apúntenlo en un papel)


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Son las 19:13. Pienso en Jim, en todo lo que le debo. Pienso en la carrera que me eché nadando con la hermana de Pepe y con David. Pienso en cuando dormí en su cama y me pongo más malo que la droga.

Pienso en los recuerdos a veces como algo que tengo, a veces como algo que he perdido. No quiero esto, pero evidentemente los japoneses no querían el tsunami ni los libios a Gadaffi, y míralos luchando.


Se me está llenando el pc de ceniza, y entre las gotitas perladas de cerveza y las marcas de estornudos, parece el portátil de un existencialista de tercera división.


Joder, qué bien se está. Habrá más momentos como éste, eso sin duda, pero quizá no tan intensos ni tan preciosos. La gravedad cero (si le quitamos la vanidad de que voy a publicar esto) mola en dosis pequeñas: la necesita uno como necesita las vacaciones, o los protas a sus antagonistas.


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Cuarta cerveza.

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Me puedo poner (más) moña en este momento, pero creo que no procede. Pienso en las llamadas perdidas de la Señora D cuando encienda mi Samsung Star. Ella, que tiene un corazón grande (si no, no me hubiera enamorado de ella), no se arruga ante casi nada. Su lebenswelt está lleno de cosas que un chaval de barrio como yo solo puede imaginar, como cuando los romanos veían en la Historia Naturalis de Plinio dibujos de jirafas (camelo pardalis).


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Toca cerrar. Pero igual que un grupo de música que no sabe tocar sus propias canciones, hay algo bonito en el intento. Empezar a hablar, seleccionar de entre las infinitas posibles combinaciones lo que tu mente te dicta, siempre es una aventura. Espero no haberles aburrido, y ruego que me disculpen por haberlos usado durante este proceso de emborrachamiento solitario como acompañantes obligados.

Como una chica de alambre que cuando se mira al espejo se ve gorda, así también son los pensamientos que nos hablan de lo que somos y cómo somos: a veces nada objetivos, a veces dañinos. Menos mal que tenemos el lenguaje, el nuestro y el de los que hablaron antes de nosotros, para reconducir nuestros pasos.




Y recuerda, no es vigor: es váigor, ésa es la elegancia aristotélica.



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1 comentario:

  1. es extraño como usted puede decir las cosas que yo siento. me hace usted ser, al leerlo, como un astronauta en una lavadora. un saludo cordial

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