ES EL GRITO DEL TIEMPO QUE SE VA, por Duncan Dry

.

"Oye, cari, ¿qué es esto de Biofrutismo, que te lo he visto ya abierto varias veces?", me dice Mrs Dry mientras me mira por encima de la pantalla de su portátil. Yo, que soy empatía pura, intento adivinar en sus ojos si es una de esas preguntas-trampa, de las que se hacen para testear la capacidad de mentir del interlocutor. Todo el proceso dura no más de un segundo. En ese lapso yo me reprocho el haber sido tan torpe como para mirar el blog en su portátil e incluso, esto es el colmo, dejarme abierta la pestañica del Biofrutismo bien en grande y varias veces. Sigo mirando sus ojos a ver si localizo un indicio de malicia, o lo contrario, a ver si es simplemente que me está preguntando por qué no miro la web del Marca, como hacen todos los hombres de este país, o porno, o lo que sea. Creo que Mrs Dry ha jugado mucho al póker en su vida: es imposible calarla. No sé si sabe que el blog existe, que yo soy Dry de la Pradera, no sé si colarle una trola y confiar en que no note nada.


Sin embargo, antes de que me dé cuenta, mi voz ya ha contestado "nada, es el blog de un amigo"

Ella agacha la mirada y teclea algo, mira concentrada la pantalla, no dice nada. ¿Qué estará mirando? Si le ha cambiado la cara yo desde luego no lo veo. Si está echándole un vistazo a los post tampoco. Evidentemente, no puedo levantarme desde mi posición en la escalera de su casa, echándome un pito en la ventana , y acercarme a su vera para mirar la pantalla... sería demasiado sospechoso. Y si hubiera una posibilidad de mantener el secreto, con esa torpeza se perdería del todo. Mejor confiar en la suerte, en que la bola caiga en campo contrario y nos salvemos milagrosamente de nuevo.


La cosa está en que ella apenas sabe nada de mí, y lo digo exactamente en el sentido en que la gente (mi vecina, la señá Crescencia, por ejemplo) diría "ay, si es que nadie conoce a nadie", ya que me autoaplico el modelo bertalanffyano-skinneriano de la caja negra para mi pasado, con inputs que entran y outputs que salen, pero ni idea de los procesos internos, v.g., los sentimientos. Se sabe qué hay, pero no qué pasa. Para muestra, un botón de a qué me refiero con esto de la caja negra: justo ayer, cuando volvíamos del videoclub de listos de alquilar una peli gafopáster, nos encontramos con Cindy, que tuvo un gesto muy feo cuando me paré a saludarla. Ella, Mrs Dry, pidió con los ojos una explicación, pero yo no se la di. El pasado está detrás, vaya.


Sin embargo, algo me dice que la señora Dry acabará leyendo esto, y verá mis (nuestras) fotos emocionales con los pantalones bajados y los calzoncillos de smileys, completamente indefensos, vulnerables, aplastados por el mundo o nuestros propios cerebros. Conocerá nuestros descerebres, la de bragas que hemos visto y las lágrimas que hemos soltado por algunas de ellas, las canciones que usamos como sound tracks.



El exceso de sinceridad, el buceo a las grietas abisales del otro, no le suele sentar bien a las parejas, pues no suelen entender la necesidad de cada uno de nosotros de caer, de darnos contra el suelo, de llorar solos o decir cacaculopedopis, la necesidad de sentirse libre probando todas y cada una de las cosas humanas, tanto buenas como malas, la necesidad de refugio secreto, de egoísmo solispsista, de ttjas y posts al borde de la ventana.






.


.