miércoles, 10 de noviembre de 2010
PARA CADA COSA HAY UNA VEZ QUE ES LA ÚLTIMA, LA ÚLTIMA, por Mr Dry
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Llega treinta minutos tarde, seria, más pálida de lo normal. Se sienta sin decir nada y se le escapa una lágrima (más bien se diría que una lágrima salta, se arroja al vacío, como en esas imágenes espeluznantes del 11-S). Me cuenta que está asustada porque su madre ha pasado toda la mañana en el hospital. Ya está en casa, y está bien, ha sido sólo un susto, pero eso es precisamente lo que le pasa, que está muy asustada. Asustada porque su madre es su madre, una especie de Wonderwall que ha estado ahí siempre, y que ahora, de repente, tiene una grieta, una grietita en el corazón.
Está asustada, y me dice que se va ya a casa, para ver cómo va todo, a pesar de que acaba de llamar y que su madre le ha dicho que está estupendamente, que acaba de limpiar la cocina y que no hace falta que vaya (pero que cuando vuelva, que se acuerde de comprarle un Nobel). Salgo con ella del bar y le ofrezco llevarla en coche; ella lo rechaza porque prefiere caminar y que el viento de los primeros días de otoño le mueva las hojas que ya se han caído. La entiendo. Le digo que en un par de horas le mandaré un sms para ver qué tal va todo, ella me mira y me dice:
Dame un beso.
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Chim po tenía razón, los lobos no se equivocan... auuuuuuuu
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