viernes, 15 de octubre de 2010

EL SÍMBOLO DE BATMAN, por Dry

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"Bien, parece que no hay ayuda. Si quieres intentarlo, adelante"





Lo cierto es que el mundo subsiste, existe sin nosotros, por mucho que a veces -al bajar la guardia- nos creamos de verdad el disparate solipsista de que todo es una proyección de nuestra mente. Lo cierto es que está ahí. Cierto que coloreado por nuestros estados de ánimo, cierto que desaparece casi del todo si cerramos los ojos, cierto que vestido y complementado por nuestros esquemas mentales.


Pero el dolor es un estado mental; una cuestión lingüística, de palabras en nuestra cabeza; una cuestión social, de comunicación con nuestros semejantes; una cuestión psicológica, de equlibrio entre las partes.

El dolor, que parece real, que nos agarra a la realidad, en realidad es un fenómeno con muy poco de nóumeno.

Si coges a alguien y le pegas un puñetazo y le saltas los dientes, o si estrellas tu puño contra una farola, o si te cagas en la hostia en voz alta o baja, lo que haces es combatir al enemigo en el campo de batalla equivocado. Luchas contra el dolor, pero ni lo rozas, no le afecta.

De eso los estoicos sabían un rato, por eso se entrenaban a conciencia, escribían diarios cada día y llevaban la askesis hasta límites locos. Nietzsche los ridiculizó, pero no todos los días uno puede estar de acuerdo con el alemán de los bigotes. Nietzsche decía que los intentos de conocerse a uno mismo son vacuos, inútiles, perpetuadores de un modelo de identidad personal AN-TI-NA-TU-RAL: no hay nada que conocer, pero sí mucho que construir.


Marco Aurelio se iba a trabajar con sus esclavos al campo. A la vuelta de la agotadora jornada, sus criados le tenían preparada una mesa con los manjares más deliciosos. El emperador cedía su plato a sus criados, y él se conformaba con un mendrugo de pan y algo de agua terrosa.

Nietzsche le habría matado: ponte hasta el ohio, hombre! come! vive! folla todo lo que puedas! Tu parte apolínea no debe eclipsar a la dionisíaca, no arrojes luz en la oscuridad, acepta el destino, acepta el sinsentido, acepta que hay una parte que no puedes controlar.

Pero Nietzsche es Nietzsche y no te puede caer bien todos los días. A veces ni él mismo se caía bien, que lo pone mi libro.



Sí, éste es un falso diario.

Por si alguien aún no se ha dado cuenta.



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