(Este fin de semana, paseando con Sedmortal por las calles de Madrid, nos imaginé quedando juntos todavía cuando seamos viejos verdes y cascarrabias, yendo a tomar jamón y vino, y recomendándonos cómics y música.
La idea me pareció fantástica.
Vaya para él, que me aguanta y me abraza y me quiere, la dedicatoria de este post)
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RESUMEN DE LO PUBLICADO (Previously on TTJS): Mr Dry cena con una chica y ésta le dice que solo ha estado con dos zagales en su vida: su novio de nueve años y medio (entiéndase, no de edad) y Mr Dry (éste sí tiene esa edad mental). Dry, tan dado al empanamiento cerebral en situaciones de máxima tensión, recuerda en ese momento la teoría que dice que "Todos los hombres quieren ser el primer poema para la mujer. Todas las mujeres quieren ser la última novela para el hombre".
Incondicionales I
Incondicionales II
Las mujeres -sigue teorizando Mr Dry- también tienen mala prensa a la hora de empezar una nueva relación. Si el hombre busca hacer de Pigmalión por el maravilloso mundo del amor leve y grácil, la mujer empieza a cimentar ya desde el principio una cosa así como tremenda, rotunda como el Partenón de Atenas, eterna como San Pedro del Vaticano.
Los hombres pasan por alto defectillos (o defectazos) para que no le turben a la hora de conseguir su goal, que es invariablemente llevarse a la damisela al catre y ponerla A4. Las mujeres llevan a cabo un ejercicio de negación de la evidencia mayor si cabe, sólo que en pos de una futura relación.
Las mujeres sopesan si esa novela es viable, si acaso el protagonista podrá soportar el peso de la trama principal. Una vez que tienen el OK, las mujeres se desentienden provisionalmente de otras cuestiones, como los personajes secundarios, los diálogos o los puntos de giro. En el fondo, las mujeres pecan de soberbia al confiar en que si algo no funciona ahora, funcionará con el paso del tiempo ...siempre que ellas hagan lo que tienen que hacer. Esta sensación de omnipotencia es fuente frecuente de frustración. A lo mejor el zagal iba en serio cuando le decía que no quería estudiar más, o que jamás dejaría de irse a ver al Rayo Vallecano por toda España. Ella le dijo que no era problema, pero se lo dijo con la boca pequeña, confiando en que algún día podría convencerlo de hacer esa FP de sanitario, o de que llegaría el momento de colgar la bufanda del Rayo y empezar a pensar en el bricolaje doméstico.
A veces que los hombres por defecto quieran ser primeros poemas, y que las mujeres por defecto quieran ser últimas novelas, provoca que los árboles no te dejan ver el bosque. Él, por ejemplo, puede no ver que con ella podría intentar algo diferente, algo que quizá le llenara más que cualquier otra chica (o incluso que tres chicas a la vez). Del mismo modo, ella podría relajarse y construir sin proyectar. Y miren que no pretendo ser un cínico, pero seguro que conocen ustedes hombres que han dejado escapar a mujeres que eran casi la horma de su zapato para ponerse a perseguir muchachas de ropa interior innovadora. Y también conocerán muchachas autoobligadas a querer a alguien por encima de todas las circunstancias, incluidas las de su propio novio/marido.
FIN DE LA TERCERA PARTE
Si tengo que elegir.
Ay de mí.
Y de ti.
Dry, eres tan... BUENO! Te lo voy a tuitear, mira lo que te digo.
ResponderEliminarTienes razón en cómo funcionan muchas veces las cosas. Me produce, no sé si especial ternura o ardor de estómago, el hecho de que las mujeres sin querer, pero queriendo, tenemos un puntico horrible materno-enfermeril por el que siempre querremos cambiar algo de vosotros, y cuidaros y haceros totalmente dependientes de nosotras. Para que eso luego nos canse y nos agobie...
Qué complicado es todo esto. Me voy de cañas a ver si se me olvida.
Besos mientras.
Da gusto saber que en tiempos de tanto conocimiento, todavía quedan algunos resquicios de sabiduría.
ResponderEliminar¿Estamos?