sábado, 23 de enero de 2016

ARQUETIPOS, por Mr Dry

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El tiempo se devora a sí mismo y la espiral que genera arrastra todo lo que encuentra. Así eran las cosas y así era mi vida en Murcia, una espiral que se alejaba del centro y que no parecía tener fin. Encontraba arquetipos -o lo que yo pensaba que eran arquetipos- y no me parecían tan perfectos como el suyo, una combinación explosiva entre buen humor, energía, bondad y carga evolutiva.

Desde Cádiz hasta Estocolmo, la química se abría paso. Todo giraba y giraba, y el mundo de los hombres se antojaba tan pequeño. La realidad se empequeñecía y cabía en un segundo. El delito y el perdón compartían casilla, el pasado y el futuro. Todo se asimilaba en un solo gesto. El final no era el final porque nada se acababa.

Eran verbos de apertura, de compartir. Eran cosas sencillas, sin nada de la angustia que me cegaba y ensordecía. Era la idealización, el arquetipo. Y en realidad, era solo la vida, esta misma vida, abriéndose paso.


Me duele el cuello nivel me pego un tiro. Ya hay poco que rascar aquí. Serían cambios cuantitativos, pero nada de deshacerse de esto. Aquejado de la enfermedad mortal del arquetipo, me escurro como lágrima en la lluvia, habiendo explorado simas que los demás ni siquiera podrían concebir, y perdiendo pequeñas batallas que muchos conquistarían grácilmente. Sacaré la cabeza del agua y respiraré, como todos vosotros respiráis. Es una especie de pesadilla, un pitido en tu canción favorita, un no poder querer a la persona a la que quieres, tan sencillo y tan difícil y tan egocéntrico y tan desvalido a la misma puta vez. Arquetipos, y todo lo que se puede decir cuando no te queda más que pedir limosna y miedo físico y un rechazo a todo lo que no pueda asimilar. Arquetipos infernales, una explosión de rabia amortiguada por el inifinto.








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