viernes, 11 de mayo de 2012

ROSA DE INVIERNO, por Hans Castorp Dry

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Hoy voy a una cena a casa de un colega. Nos quiere poner las fotos de su viaje a la India. Ha preparado té indio, unas amigas suyas van a bailar un rollo de no sé qué, y nos vamos a poner ciegos a Estrella de Levante. A la fiesta viene Cloe, que es la hija recién nacida de dos de mis mejores amigas. Tiene exactamente cinco días de vida, o sea, que es casi seguro que es su primera fiesta.


Yo tengo 33 años (en octubre, 34) y he salido más noches que el camión de la basura. La primera vez que me emborraché creo que tenía 12 años. Recuerdo colarme en los bares como una pequeña lagartija y pedir chupitos de nombres raros, como Cerebro o Clemente Cabrón (Míchel Selección).

He salido poco con Erasmus y con gente extranjera en general (qué capricho fonético), lo que considero mi mayor handicap en esto del beber social. Me gusta mucho la cerveza y sé distinguir las marcas de whisky. No soporto el tequila, pero me gusta mucho el Jagermeister.

Algunos de mis amigos de mi época más cafre tienen cirrosis hepática. A la hermana de mi amigo la mató un conductor borracho. Yo, porque supongo que tengo suerte, solo he mandado cienes y cienes de mensajes inadecuados cuando iba borracho, y una vez, con quince años, que creo que me meé encima. Esa misma vez, una chica de mi clase a la que llamaban Mujer Montaña me tocó la cuca (creo que fue antes de la tragedia, pero iba casi inconsciente, así que no lo puedo asegurar).


En el TTjas ya casi nunca pago las copas, y esto de ser medio moderno me asegura también que me invitan a droga a veces, lo que me deja en un estado lamentable precisamente por la simpatía de los demás.


El whisky que más me gusta es el Ballantines. Mi amigo dice que es porque tengo alma noventera. Lo dice para picarme, pero a mí me gusta lo del alma noventera.


Cuando me emborracho les digo cosas a las chicas sin ningún tipo de pudor. Cuando corté con mi novia, allá por 2005, tuve una especie de epifanía zen, según la cual uno no tiene ABSOLUTAMENTE NADA QUE PERDER en esas situaciones. Ahí acabó para siempre mi timidez teenager.


Una vez una chica me dio un beso en los labios, un pico. Fue en la puerta de un festival. Se supone que ella no debía hacerlo. Pero lo hizo.

Otra vez me agarré a un árbol y me puse a llorar. A llorar desconsoladamente. Luego lo escribí en un post, y salvé aquel momento del olvido.

En invierno apenas bebo cerveza. Tengo una garganta predispuesta a la inflamación y esas cosas. Así que bebo Jack Daniels en vaso ancho y hielos pequeños.

Es un rollo no poder fumar en los bares.


A veces he retransmitido en directo una borrachera solitaria, pero qué les voy a contar que ustedes no sepan.

Por lo visto, los blogs están de capa caída. O a lo mejor somos los bloggers, que tenemos un cierto número de post antes de empezar a repetirnos y a volvernos cansinos.





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COROLARIO


No se puede llegar más alto, no se puede ir más arriba. La realidad es la que es. Celébrala como es. El tiempo no existe, todo es ahora y siempre. No tengas miedo. Vamos.





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2 comentarios:

  1. con tanto levantamiento de codo, ni la más prolongada cura de reposo le sacará del Berghof... ni falta que le hace, por otro lado.

    - ¿cómo le va? ¿la familia bien?

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  2. Querida Polaroid, me va bien, la familia bien (mi sobrina está guapísima y mi hermana pequeña se ha echao un galán). Espero que su situación laboral no la desquicie troppo, que siga encontrándole la parte Pigmy al asunto ( http://www.youtube.com/watch?v=-86pdGcAgGQ ) y que la iconografía aeroespacial soviética le siga sacando sonrisas . Abrazos

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