jueves, 10 de noviembre de 2011

TODO POCO A POCO VA DEJANDO DE IMPORTAR, por la Gloria de mi Dry

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Todo lo que hicimos, la mentira y la verdad,
Todo lo que hicimos sigue vive en un lugar.
Todo, poco a poco, va dejando de importar.
Todo menos esos paraísos en el mar.







Me abre el chat Ojitos. Me quiere contar que es feliz al lado de su nuevo novio. Que a pesar de las zancadillas que le han puesto mis amigas (porque la consideran culpable del divorcio de los Dry), el amor ha triunfado, y ellos pueden por fin amarse y quererse y aycuchicú.

En realidad, 1) a todos nos tira un poco bastante del pijo con quién se acueste Ojitos,  2) absolutamente nadie la considera responsable de la ruptura en Villa Dry, y 3) su pretendida felicidad nos resbala como lágrimas bladerunnerianas.


El caso es que, cada tres o cuatro días (he contrastado la frecuencia con otros colegas con los que también habla), Ojitos me abre un chat y me lleva, engañado, por una conversación llena de trucos efectistas hasta la conclusión impepinable de que es feliz, que no necesita nada ni a nadie, que su novio es el mejor, que ella le quiere, que él la quiere más, que la gente es mala, que la música que ellos descubren juntos es particularmente preciosa.

Como no se me da bien ser un hijodeperra, en vez de contestarle barbaridades, lo que hago es quedarme callado, y confiar en que el equivalente cibernético de mi lenguaje corporal le haga entender que lo que me está contando me toca un pie al ritmo de A Cualquier Otra parte de Dorian.  Ni mucho menos le digo lo que se me pasa por la cabeza: que creo que su novio es gayer, que se ve a la legua que ella sólo busca un poco de cariño, que el amor a ciertas edades deja de consistir en corazones y canciones de The Beatles en el facebook.


Ahora bien:

Si las burdas formulaciones de la llamada "psicologia inversa" están en lo cierto, entonces habrá que concluir que ella no le quiere, él tampoco, y tanto corazón solo es el papel de regalo de una caja vacía. Si es cierto que quien te odia te quiere, o que los homófobos son gays, o que los puritanos son perversos, la pequeña Ojitos está a punto de implosionar en su propia mentira.


A Ojitos le han pasado miles de cosas malas en su vida. Por eso mismo, ella debería saber que no se puede inaugurar un ciclo de felicidad con solo decirlo en voz alta. Si no me equivoco, nos está pidiendo subrepticiamente que le guardemos su felicidad como si fuéramos discos duros externos. Nos pide que seamos espejos y que le devolvamos la imagen que nos manda, que repitamos lo que ella dice para así poder terminar de creérselo ella misma.


Pero es que la cosa no acaba ahí. Ojitos no solo se limita a usarnos de comparsa, sino que todo el rencor que le nace de lo más profundo de su ser hace que dispare rayos positrónicos contra todo bicho viviente (que no sea el novio que tenga ese trimestre, claro). La felicidad puede usarse como arma.


Usar la felicidad propia como arma arrojadiza es la cosa más asburda desde el Potlatch de los inuits, que se hacen ofrendas entre pueblos cada vez más locas y al final acaban quemándose la propia aldea como regalo a la aldea de enfrente.


De hecho, ahí van dos preguntas que son primas hermanas: 1) ¿Si Dios Todopoderoso, qué más le dará a Él que Le recemos o Le respetemos? ¿Qué tipo de autoestima de mierda debe de tener nuestro Creador para que le importe que los niños le recen antes de dormir, o que los judíos adoren a Baal?, y 2) Si uno es feliz, ¿qué coño le importará lo que piensen los demás? Se supone que corremos en carriles separados, y dudo mucho de la eficiencia energética de alimentarse de la inferioridad de los demás.


Además, y por si fuera poco, ese ataque necesita de la connivencia del atacado: "Soy feliz y te jodes" es una actitud que solo funciona si el que tienes delante también es tonto de capirote.


Y al contrario de lo que podría parecer, a la gente rica le suele gustar que la gente sea rica (como dice Fran Nixon, more or less). Y a la gente feliz le suele gustar que la gente sea feliz.


 Los grupos de música que más molan son aquellos que quieren que todo el mundo tenga una banda y toquen sus propias canciones. Los Sex Pistols y otros grupos del protopunk inglés repartían octavillas con los acordes de guitarra de sus canciones, que eran los tres acordes de siempre, para que cualquiera pudiera hacer lo mismo que ellos.

La gente que necesita que veas que es feliz es como el artista subnormal que quiere que le miren y le digan que es tan bueno como él dice que es. Por supuesto, este tipo de individuos suele pensar que la gente -incluido su público- son básicamente idiotas que no entienden nada. Abrir una brecha insalvable entre el artista y el simple mortal es el equivalente a creer que la gente existe para mirar y celebrar los logros de otra gente.





 Y por mucho anuncio aquél de la Mastercard de la muchacha que se encontraba con su exnovio en una boda, y sentía cierto gustirrinín porque lo dejaba loco (ya que era la única tipa que no iba vestida de mamarracha y estaba así como mona y radiante) y él definitivamente parecía un pazguato, las cosas no suelen funcionar así.  Uno, si no está muy enfermo, se alegra de la felicidad, e incluso de la belleza de los demás. Brinda por el amor ajeno, jalea a los que tocan bien, y reparte bendiciones como el padre Karras.








No sé si me explico...






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1 comentario:

  1. Es ese vacio interior que hace que queramos convencer a los demas de algo que no existe.

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