sábado, 17 de septiembre de 2011

SPECIAL K, por Special Dry

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"Si hay un abismo entre el hablar y el hacer..."





Hablando ayer con un amigo de barra de bar acerca de su orientación sexual, encontré un camino para expresar toda la mierda que me está comiendo por dentro, y miren que llevaba ya tiempo pensando en cuál sería la mejor manera de hacerlo, pero no daba con la tecla.

Mi amigo de barra de bar, llamémosle Gambrinus, siempre apostilla todas mis frases con chuscos restos ganadores de doble sentido sexual, como por ejemplo, si yo le digo "dame un cigarro", él me dice "yo te doy lo que tú quieras y más". Como pueden imaginarse, el tono de sus respuestas va subiendo de manera directamente proporcional al nivel de alcohol en sangre y cocaína en el cerebro, hasta acabar hablando de pollas, de si me querría ensartar como una aceituna en un dry martini, semen triste y cosas por el estilo.


Sin embargo, mi amigo de barra de bar Gambrinus es un tipo bastante simpático y tiene esa especie de halo de perdedor que le hace irresistible como conversador. Ayer concretamente le paré los pies y le hice que me expusiera de pe a pa toda su movida mental, empezando por la cuestión candente de su orientación sexual. Para que me entiendan, le lancé un gancho de derecha preguntándole directamente si toda esa sexualidad desbordante no era en realidad un sistema de defensa. Evidentemente, pensaba en ese sabio refrán español que dice "dime de qué hablas y te diré de qué careces", pero se lo expuse a la manera dry, esto es, envolviendo la sabiduría de abuela en un discurso así como posmoderno y guachipei.


Gambrinus contestó que le gustan mucho los hombres, pero que, literalmente, no soporta las pollas. Le encanta flirtear, pero siempre con gente como yo, empecinadamente hetero, porque así sabe que no corre peligro de tener que enfrentarse en algún momento con la terrible pirindola. Yo no fui a descubrirle nada, pero sí que le obligué a que verbalizara algunas cosas que se notaba que estaba deseando decir en voz alta, entre ellas -y aquí es donde me empezó a interesar personalmente la conversación- el hecho de que se sentía fuera de cualquier identidad. En el fondo, claro está, las pollas no tenían mucho que ver, sino que se la cosa era más profunda.



(Inciso: cuando se tienen 12 años, no se es ni un niño ni un adolescente, sino un engendro confuso)


No encajar, quedarse siempre fuera de cualquier arquetipo reconocible, y no solo para los demás, sino para uno mismo; en definitiva, no encontrar un nombre que nos explique y nos recuerde quiénes somos, no tener un hogar, una red que nos coja si caemos, un atributo que poner después del verbo ser.


Gambrinus explicaba así su relación con todas las drogas imaginables. La idea de un camino, aunque sea el del exceso, para andarlo. Con la particularidad de que ese camino presenta unas dificultades autogeneradas, unos obstáculos creados por el propio andar por sendas extrañas. Exactamente igual que los caminos normales, pero con ese punto irónico propio del malditismo.


"Prefiero sentir tu dolor que no sentir" cantaba Enrique Urquijo en una canción, dando a entender que estamos programados para andar, y que si uno no tiene una identidad (y perdónenme que no hile nada fino esta mañana, pero es que no he dormido), si uno no tiene una identidad -decía- pues se busca una aunque sea de saldo. Ahí tenemos en definitiva a Gambrinus queriendo ser gay, chocando una y otra vez con las barras de los bares, balbuceando su historia a quien quiera escucharle. Y mientras tanto, adentrándose cada vez más en el bosque.


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Hablar con Gambrinus me hizo pensar en cosas como la inevitabilidad, el deseo, el miedo, la falta de referencias, la necesidad de puntos de referencia, los fines de año, las promesas, los horarios, los niños, y tantas cosas más. Y ahora lo veo todo un poco más claro.
















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1 comentario:

  1. Qué bonita pareja... qué dispersión con sentido... qué entrañable pareja

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