miércoles, 1 de septiembre de 2010

WHERE I END AND YOU BEGIN, por Dry


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Hace ya tres años que tenía que coger el coche cada día a unas horas en las que sólo había visto las calles de recogida. De hecho, me molestaba profundamente estar recién despierto y ver por las aceras hordas de universitarios haciendo esas cosas que en su momento parecen divertidas.

La cosa mejoraba cuando recogía, en la esquina de su casa, a mi amigo -y compañero en Menosmola Corporation- Dryo. Sí, no deja de ser curioso que, con lo raro que es mi nombre, el suyo sólo se diferenciara en una letra, cosa que nos hacía gracia a los dos por la incomprensión que generaba en la gente (sobre todo, cuando nos íbamos de copas tras el curro, y a él le daba por cogerme del cuello y presentarme a todo el mundo como su hermano gemelo malvado).

Dryo era así, tímido durante las horas Clark Kent, y desbarrado con un cubata en la mano. Y, sobre todo, Dryo era listo. Listo de esa manera que mola, ya me entienden.

Viajábamos cada día en mi coche o en el suyo, y nos pisábamos las recomendaciones musicales, y fumábamos cigarrillos en los mismos sitios siempre (su novia me odiaba porque me consideraba responsable de su vuelta al tabaco, además de porque me lo llevaba de verbena algún lunes o miércoles), y hablábamos de todo casi, porque pasábamos tres horas metidos en el coche cada día, y eso, ni con una novia, hoyga.


Un día apareción con un libro y me dijo "tómalo, tómalo, tuyo es, mío no". Yo lo cogí y corrí como Bastian Baltasar Bux a encontrar un refugio donde zampármelo, y vaya si me lo zampé. La novela total, la madre del cordero, lahostiasantabendita.

Los chicos protagonistas de Los Detectives Salvajes se proclaman -y luego se desentienden- del Realismo Visceral, buscan a Cesárea Tinajero por el desierto de Sonora, buscan sin saber qué, y no paran de encontrar cosas, y todo el libro es como el puto mundo desdoblado, y una especie de prosa tobogán por la que te deslizas y vas tan agustico.

Luego de leerlo, Dryo me iba deplegando su sapiencia haciéndome ver cosas que no había visto, contándome de la realidad de los personajes, de la realidad de las tramas, de la novelesca vida de Bolaño (trotskista, poeta, vendimiador, vigilante de cámping,...

y así nos pasamos el par de meses que nos quedaban de trabajar juntos. Dryo no era muy de desplegar todos sus conocimientos, pero yo, que me paso la vida preguntando cosas que parezco idiota, le exprimí hasta obligarle a confesar que ya no sabía nada más, que tras dos meses de datos, de links literarios e históricos (de Bolaño a Rulfo, de México a Barcelona), se había vaciado del todo, lo que, créanme, en el caso de una mente prodigiosa y bien ordenada como la de Dryo, era un alucine.

Por un momento fuimos nosotros también Ulises y Arturo, a veces Juan García Madero, encerrados en un submarino de humo como una cápsula de aislamiento. Una vez le oí a un colega la estupenda frase "Mira, Dry, es que hay gente a la que le gusta el cine, y gente a la que le gusta el mundillo del cine". En esos meses de coche pallá y pacá, con las lecciones literarias magistrales de Dryo y ese contexto como de película, la barrera entre cine y mundillo del cine desapareció.

sin Bolaño no habría sido posible, claro

4 comentarios:

  1. Vaya!

    Quiero un compañero de viajes y curro como Dryo ya!

    Aunque también me caes muy bien tú Mr.Dry.

    De cine y mundillo de cine, poco que decir, así que se me queda el comentario pelotero y poco más.

    Saludines,
    YoMisma

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  2. Querida Yomis, cuánto tiempo sin pasarse por Villatetas! Un saludo, y gracias por el peloteo y por el biencaimiento, que es usted un sol, mecachislamar.

    saludones,
    all we are
    we are all

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  3. ...cumpliendo objetivos que a otros parecen inalcanzables... este es "nuestro" Dry!

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  4. pero ojo! que este post no exime a Bolañoid, ni a las rumberas señoritas del fuera de juego proposicional que se marquen su bolañipost, que una promesa es una promesa, la veteranía es un grado, y un transatlántico es un barco

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