viernes, 27 de agosto de 2010

Encuentros con júbilo - MC



Entre estos pesados tediosos días de inmensa soledad, el sábado pasado, una de las compatriotas españolas que paraban por aquí me propuso de salir y echar una cerveza. Así que me quité las telarañas, me pegué una ducha de agua fría, la única que tengo por el momento, me puse mi mejor desodorante y una onza de colonia al fresco.

Cenamos unos kebaps cerdos de cojones y nos fuimos al bar belga. Curiosamente no pasó apenas unos minutos de conversación cuando se nos acercó un muchacho presentándose dándonos conversación. Samuel, el ingeniero francés cansado de la gente fría me invitó a una cerveza, y cuando ya estaba seguro de estar prendado de mi amiga, ésta se fue y nos dejó solos con la copa llena.

Hablamos, chapurreamos y creo que hasta cantamos. Yo era conocedor del único garito de marcha que además cierra a eso de las 5am, y le encomendé allí, allí nos encomendamos. Pero me faltaba la tarjeta, y pese a su amable proposición de dejarme dinero, me negué y andé los 2km ida 2km vuelta que hay hasta mi casa para coger la tarjeta e invitarle a algo y emborracharme a gusto del consumidor.

Él estaba algo aletargado, pero con los ojos bien abiertos, y yo estaba atento y animado, con una dosis de alcohol bien correcta. Le animé a bailar, y se animó a levantarse, pero acabé bailando solo, rodeado de gente caliente.

Salí a echarme un cigarro. Y cuando un español sale a echarse un cigarro, conoce más franceses, siempre borrachos. Es así como di lugar a tener a Samuel esperando dentro media hora, mientras yo hablaba con mis nuevos amigos. a eso de las 4am, éste salió y me dijo que me estaba esperando... que bueno, se iba, así que adiós, muy buenas, tenemos los móviles, quedaremos sí.

Mi nuevo círculo de amigos se componía de 5-6 personas, y no sé por qué, seguro que iba bien borracho porque saqué la tarjeta más de 5 veces, acabamos andando hacia un hotel, a las afueras a buscar alcohol mientras uno de ellos hacía cabriolas con una bici. En el hotel trabajaba un amigo que nos daría alcohol, pero no estaba, nos contestó una voz francesa unknown, y seguí la marcha que ellos llevaban.

Hablamos, no bebimos más, y al final me encontré cerca de mi casa con un chaval en la bici, otro distinto y dueño de ésta y el otro, frank black 2. Poco después estábamos franck y yo solos andando por mi nuevo barrio, encontramos a un tipo en el suelo y una chica que le acompañaba velándole a su lado. Resultaba ser un amigo, así que le cogimos, le ayudamos a llegar a su casa dándole apoyo hombrístico y el muchacho boracho me dio 3 cigarros. El chico de la bici apareció, y el otro se fue. Me acompañó hasta mi casa en su bici, vive cerca mío y me invitó este sábado al black café...

Yo llegué satisfecho y cansado a mi casa a eso de las 7:30.

Este sábado me llamó una amiga para echar una cerveza...

2 comentarios:

  1. Joder, ya no sabe uno qué decir28 de agosto de 2010, 16:01

    sus aventuras situacionistas hacen siempre palidecer a las aventurillas tasqueras flojas. porcier, que no me ha quedado claro, ¿quiere eso decir que ha hecho usted nuevos y perdurables amigos de farah, now that we´re here, can you tell me exactly how i should have done?

    qué calor, nen, no te haces una idea, te escribo desde dentro de la nevera, al lado de las pizzas.

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  2. Pues esta tarde puede que les vea, pero qué va, no son amigos, son amigos de ocasión, nos liamos a hablar, uno de los tipos había estado en escocia un año y bla bla bla

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