martes, 11 de agosto de 2009

HYBRIS, EL FINAL DE LA ILUSIÓN, otro desbarre teórico del Profesor Dry


Queridos alumnos, representantes de las más altas instituciones académicas, señor rector, ilustres compañeros de cátedra, y Señá Manoli, mujer de la limpieza de esta humilde Facultad de Onanismo Mental, mi conferencia para la inauguración de este nuevo semestre versa sobre el concepto de Hybris, que quizá muchos de ustedes no conocen aún, pero que a partir de hoy estoy seguro de que formará parte de su aparataje conceptual, junto a otras de mis aportaciones a su conocimiento como la de “Cómo ganar pasta sin quitarse los pantalones” o mi tan aclamada “Teoría de la disolución de las penas en Mojitos Fresquitos”.

Los griegos antiguos tenían una palabra para describir una situación que en español sólo se puede describir con una larguísima perífrasis. La palabra griega es “hybris”, y se suele traducir como “desmesura”, o sea, "sin medida". La cosa va de "sobrepasar los límites", o "pasarse de la raya".

Imaginen la siguiente situación: una pareja de amigos, pongamos Dry y Madcap, comienzan a darse pequeños puñetazos de broma. ¿Por qué? Porque somos hombres, maldita sea, y hacemos ese tipo de cosas. Total, tras tres o cuatro puñetazos de broma y entre risas, sin venir a cuento, Dry se calza un guante de boxeo, coge carrerilla y le mete un gancho de derecha a Madcap saltándole lo que vienen a media docena de dientes. Bien, decimos que Dry ha cometido un “pecado de hybris” porque se ha pasado, se ha saltado las reglas implícitas -o sea, no escritas- de una pelea de broma: ha excedido los límites.

El concepto de límite en la Grecia antigua es muy difícil de explicar. Por eso es todavía más jodido explicar qué significa “pasarse de la raya”, pero tengan paciencia.

Resulta que para los griegos las cosas son lo que son y sirven para lo que sirven… de manera NATURAL. Por ejemplo, un zapato es una cosa que te pones en el pie y pisas el suelo con él. Vaya idiotez, me dirán. Tengan paciencia, se lo ruego. Otro ejemplo, y nos metemos en el berenjenal, sería el de los esclavos: un esclavo es un tipo de otra raza que te compras cuando es niño y lo tienes toda la vida sirviéndote hasta que se muere. Otro ejemplo, una mujer es una cosa con la que te casas para tener hijos, pero, por ejemplo, no puede hablar en las reuniones sociales.
Vale, si todo va bien, creo que habrán entendido por dónde voy. ¿Y si alguien preguntara: “oye, y por qué las mujeres no pueden hablar en la asamblea”? ¿O: “Por qué todos los meses tenemos que ir a hacer el panoli al templo de Apolo”? ¿O "Qué pasa si construyo un zapato de 20 metros de largo"?. Pues la respuesta será invariablemente que "Te estás equivocando, chaval: eso no ES un esclavo, una mujer o un zapato". Las cosas llevan escritas en su modo de ser cómo debes comportarte con ellas. Esas personas no respetan el SER de las cosas, por ello estarían cometiendo el pecado de hybris, de desmesura, de no ver las reglas del juego y, por lo tanto, de no respetarlas.

Pongamos otros ejemplos, que seguro que han vivido:

Un niño pregunta a su padre que por qué no ven los dibujos animados esa noche, en vez del telediario. El padre pensará “Coño, pues porque soy tu padre, y tú eres un moco de crío, y tengo cuarenta años,…”. Pero sólo dirá “Pues porque lo digo yo”. Si el aprendizaje condicionado funciona, el niño a base de palos aprenderá que hay unas normas que no están escritas, pero que se cumplen.

Vale, a ver si avanzamos un poco con el siguiente ejemplo: Imaginen a una pareja de novios acaramelados. El chico (o la chica, imaginen lo que quieran, que son ustedes libres), el chico dice por primera vez “TE QUIERO”. Y la chica, como el niño de antes, dice algo inesperado. “¿Cuánto?”, responde ella. “Coño, pues …no sé, …así”, y el chico abre sus brazos todo lo que puede. Se lo piensa mejor y rectifica “No, espera, te quiero de aquí a Lima, capital de Perú”. Y otra vez: “No, todavía más: Te quiero hasta Plutón y doy la vuelta”. El chico se empieza a atorar porque aunque no lo sabe, se está dando cuenta de que el amor no se puede cuantificar. No es que sea infinito, sino que es imposible medirlo. O sea, está aplicando una categoría de medición (por ejemplo, “el pene de Marlowe mide 4 cm”) a una cosa que no admite esa atribución. Simplemente se sabe de manera natural que se quiere a alguien, y las palabras entorpecen a un sentimiento que es por definición no-lingüístico. Intentando hablar así del amor no vemos sus límites, sus “reglas no escritas”: estamos cometiendo un pecado de hybris, de desmesura. Al menos hasta este párrafo: sigan, sigan leyendo.

Ahora vamos a decir que la hybris es muy útil ...pero porque ayuda a darse cuenta de que los límites que respetamos todo el tiempo en realidad no están ahí, son mentira. Para conectarlo con el ejemplo de antes (el del niño), aprender es también, y sobre todo, romper los límites: hacer más allá de lo que tu edad o tu situación te piden “naturalmente que hagas”.


Si alguien no hubiera ido contracorriente y se hubiera empezado a preguntar por qué las mujeres tienen que ser inferiores o por qué la Tierra tiene que ser el jodido centro del Universo, pues poco habríamos avanzado.

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Ahora bien, no es de esto de lo que les querría hablar.
Y dirán ustedes con razón, que me enrollo como si fuera hijo del persianero.

En realidad les quería hablar de una parte muy concreta de la hybris, que tiene que ver mucho con lo que los ingleses llaman “To realise”, y que nosotros llamamos simplemente “darse cuenta”. Y es precisamente de ese momento en que el niño o el novio de los ejemplos de antes se dan cuenta de que hay unos límites, un patrón de comportamiento “natural” que no han reconocido y que han violado.

Es el final de la ilusión. Alguien nos señala con un foco y nos grita que nos hemos pasado. “¿Es que no ha visto las señales invisibles?” parece gritarnos, “¿Qué eres, de Marte, chaval?” Y nosotros, aturdidos, empezamos a comprender la situación a una velocidad de vértigo. De repente aparecen de manera fantasmagórica las señales y los límites. Ya hay cosas que no se pueden decir ni hacer, como entienden los buenos de Eva y Adán al morder la manzana y saberse desnudos y pecaminosos.

Los límites no existen, pero todo el mundo los usa. Por ejemplo, nadie eructa en una cena con el embajador del Perú. En cuanto a las relaciones sociales, los límites y las normas tácitas (o sea, no escritas pero de obligado cumplimiento) son más difíciles de ver porque, como saben, cada persona es un mundo, casi literalmente. Por eso, cometemos sin parar las “desmesuras” necesarias para conocer esos límites y saber tratar a la gente. Bromeamos con alguien hasta que nos pone mala cara, y ya sabemos hasta dónde podemos llegar cuando le hacemos enfadar la primera vez. O bien, flirteamos con alguien hasta que de una manera más o menos sutil (mencionando “casualmente” a su pareja) nos para los pies.

Y muchos ejemplos más, pero creo que voy a parar ya, porque me imagino que tendrán otra cosa que hacer que leer mis desvaríos de marteslluviosoenlaciudadperdidademurcia.

Saludos, y si quieren saber cómo acaba la anécdota en la que Dry le da un puñetazo a Madcap, que sepan que éste le coge de la cabeza y de los pies y lo aplasta como si fuera un acordeón, quedándole un llavero chulísimo para su futura nueva casa.

Vale, Ya. Fin.

4 comentarios:

  1. Magnutrifor con olivas partías de Cieza11 de agosto de 2009, 23:50

    Ah, ¿pero es que está lloviendo?

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  2. Es físicamente imposible que te lo hayas leído ya, ardillo

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  3. Ah, ¿pero es que los posts son para leer?

    Dry: no puedo ser el que haga críticas constructivas o aporte algo interesante al blog, así que por lo menos aspiro a ser el primero en leave a comment.

    Noticia: Dry se ha vuelto un friki informático, un hacker, un Dios del ordenata, ha debido de diseñar un programa para rastrear mi IP por internet llamar a la compañía de teléfono y descubrir que era yo. O eso... o tienes una vida como agente paralelo del Mosad...
    No es justo, jo, Magnutrifor con olivas partías de Cieza es un nombre imposible de reconocer.
    Llanto...

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  4. Excelente post. Me gustó muchísimo. La verdad que me hizo pensar, por más que esto del hybris sea una cosa cotidiana, algo de todos los días.
    Para mí es un honor que hayan usado esa imagen.

    Un saludo grande, voy a empezar a pasar por acá mucho más seguido.

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